Ficciones (1944) marca un cambio total en la obra de Borges. Es un antes y un después. Hasta entonces, había publicado casi exclusivamente libros de poemas o de ensayos (algunos más filosóficos, otros más de crítica literaria). Lo más parecido a narrativa en la obra de Borges hasta entonces es Historia universal de la infamia (1935), una colección de relatos breves, reescrituras, con un tono a veces bíblico, apuntes.
Los relatos de Ficciones no tienen nada que ver con casi nada, aunque los podemos considerar de alguna manera una cruza entre el Borges ensayista, preocupado por cuestiones filosóficas o metafísicas (el duelo entre las miradas idealista y realista del universo, el tiempo, el infinito, etc.) y su (hasta entonces limitada) narrativa. Santiago Llach define a estos relatos como artefactos extraños de sentimientos intensos.
Ficciones incluye dos colecciones de cuentos. El jardín de los senderos que se bifurcan, de 1941, incluye, entre otros, "Pierre Menard, autor del Quijote", "Las ruinas circulares" y el cuento que le da nombre a la colección. Artificios, de 1944, incluye "Funes el memorioso", "La muerte y la brújula", "El fin" y "El sur".
Hacer una de mis lecturas habituales sobre este libro sería imposible: cada uno de los cuentos que mencioné podría ameritar un ensayo de diez páginas o una tesis de maestría. Efectivamente, muchos de estos cuentos pueden ser considerados infinitos, porque hablan con toda la obra de Borges y con la idea de la literatura y la tradición occidental. Pero van acá algunos apuntes.
Primero. Un dispositivo muy común en estos cuentos es el de hacer relatos que son comentarios sobre otros libros o autores, algunos reales y otros ficticios. Borges hace una obra magistral de la literatura occidental con notas al margen de la literatura occidental. Un claro ejemplo es Pierre Menard, un "cuento" sobre un autor francés ficticio, escrito como una nota de un amigo de Menard defendiendo su legado literario en respuesta a una crítica elevada contra él. La nota resume la obra "visible" de Menard y luego habla de una obra "invisible"; Menard habría reescrito parte del Quijote, pero no haciendo una reversión sino el mismo libro. En un juego irónico, Borges reflexiona sobre la literatura, y a la vez sobre las alternativas visiones idealista / platónica o realista / aristotélica sobre el mundo. "Examen de la obra literaria de Herbert Quain" tiene el mismo formato de discutir la obra de un autor inexistente. A veces, los cuentos son continuaciones de otras narrativas, como "El fin", en el que un guitarrero negro mata a Martín Fierro vengando así la muerte de su hermano.
Segundo. Muchos de los temas de estos cuentos son eminentemente filosóficos, metafísicos o hasta teológicos. El tiempo, el infinito ("El jardín de los senderos que se bifurcan"), el abismo, la existencia real o imaginada (“Las ruinas circulares”) nos llevan a pensar sobre la existencia de Dios (y del hombre). Al mismo tiempo, se discute muchas veces y ambivalentemente, sobre dos visiones sobre la literatura: la romántica (la idea de que el arte es original, individual, fruto del genio) y la racionalista (la literatura como recreación y como conversación permanente con una tradición y en un contexto). Juntando ambas discusiones, Borges parece decir que Dios y la literatura son a la vez imposibles e imprescindibles.
Tercero. Todos estos relatos son ejercicios intelectuales tan complejos que a veces alejan. Roberto Giusti la critica diciendo que se trata de “una obra deshumanizada, de alambique, exótica y decadente”. Santiago Llach dice que detrás de esa intelectualidad fría hay emociones intensas, y es verdad que, cuando uno conoce algo de la biografía de Borges, muchas situaciones de los textos adquieren otro sentido. Por ejemplo, la septicemia que casi mata a Dahlmann en "El Sur" refleja una que casi mata a Borges. Pero la crítica de ser una obra deshumanizada es certera; hay una evidente artificialidad de los cuentos y muchos de ellos se resumen en un pensamiento, en una idea, en algo que pasa en la cabeza de un hombre. Al mismo tiempo, cada texto es brillante, parece (irónicamente) inmejorable y nos deja momentos de goce absoluto. No es la literatura que más me gusta pero es, ella también, como Dios y la literatura en general, imprescindible.
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