Leí Lake Life, de David James Poissant, una novela actual sobre el tema de siempre, la familia, el amor, las tortuosas relaciones de padres e hijos, de hermanos, de esposos. Contada en capítulos breves en terceras primeras rotativas de cada uno de los seis personajes principales, Lake Life tiene el mérito de la frescura sin caer en la superficialidad, de divertir sin dejar de hablar de temas que importan.
En el centro de la
novela está la vieja casa familiar en un lago; no sé si todas las familias,
pero muchas - sin duda la mía - tienen asientos geográficos casi míticos,
espacios que anudan historias de relaciones y emociones. En el caso de los
Starling, la familia de Lake Life, es una casa venida a menos sobre un lago.
Los lectores nos encontramos a la familia en una última semana de encuentro en
esa casa antes de su venta. “Que el padre de Thad sacara el croquet, nada
menos, es una confirmación de un temor creciente: sus padres tienen la
intención de resucitar todo el mundo en una semana, todo lo que aman de este
lugar. Cada vuelta en bote y salida a pescar. Cada picnic. Cada
entretenimiento: herraduras, dardos de césped, cartas. Una marcha forzosa por
el camino de los recuerdos.” (l. 525) La novela se desarrolla toda en esos
pocos días, donde se descubren secretos, se resuelven problemas (quizás
demasiado rápido en términos reales, es cierto, pero no en términos de la
lectura): “así son las familias - lo inconsecuente elevado a lo imperativo.
Juntá a tres parejas debajo de un mismo techo por una semana y todo es alguna
otra cosa en código.” (l. 1085)
Sobre todo, Lake
Life es una reflexión sobre la paternidad, sobre ser hijo y ser padre - quizás,
también, un homenaje del autor a su madre. Los hijos están preguntándose todo
el tiempo cómo es que sus padres lograron ser tan exitosos (“¿Cómo lo lograron
sus padres, mantenerse empleados por treinta años, casados por treinta y siete?
Su amor es verdadero. Su trabajo es importante. (...) ¿Cómo puede ser,
entonces, que hayan criado hijos tan fracasados?” (l. 216) Los padres se
preguntan qué hicieron mal. Una de las dos parejas se debate si quiere o no
tener hijos (Tener un hijo es arruinarte a vos mismo en el nombre del amor”,
piensa uno l. 2188). Y el único momento más o menos importante entre los dos
hermanos también termina siendo más sobre padres e hijos cuando los hermanos se
encuentran en la ruta con una cierva muerta y un cervatillo desahuciado: “Pero
la atención de Thad no fue a la cierva sino al cervatillo. Las ancas con
manchas blancas y las patas como juncos, el ciervo está parado al lado del
guardrail, hocico ensangrentado, orejas arriba, sus ojos sobre su madre.” (l-
3431)
En el medio de todo
está el agua, como leit motif, como metáfora recurrente quizás, de la vida y de
los riesgos que conlleva vivir también, del tiempo y de lo que pasa. La novela
comienza - no espoileo - con la muerte de un niño en el lago; no es el único
ahogo del libro, y es casi un cliché decir que las familias pueden ahogar,
sofocar. Pero las familias también son la fuente de la vida, el agua es vida,
estamos meses en un medio líquido antes de vivir. Y el agua transcurre, como
las familias, a pesar de todas esas cosas que les pasan: “Mejor disimular,
hacer las paces, seguir adelante. Mejor vivir y morir por los secretos abiertos
que guarda toda familia.” (l. 3847)
“That Thad’s
father would break out croquet, of all things, is confirmation of a growing
fear: his parents intend to resurrect the whole world in a week, everything
they love about this place. Every boat ride and fishing trip. Every picnic.
Every entertainment—horseshoes, lawn darts, cards. A forced march down memory
lane.” (l. 525)
“this is the way
of families—the inconsequential elevated to the imperative. Bring three couples
together for a week under one roof, and everything is code for something else.”
(l. 1085)
“How have his
parents done it, stayed employed for thirty years, stayed married thirty-seven?
Their love is real. Their work is important. Google either name, a thousand
hits come up. How, then, did they raise such dumbfuck sons?” (l. 216)
“To have a child
is to ruin yourself, forever, in the name of love.” (l. 2188)
“But it’s not the
dead deer that’s caught Thad’s attention. It’s the fawn. White-spotted rump and
reedy legs, the deer stands at the guardrail, muzzle bloodied, ears up, eyes on
its mother.” (l. 3431)
“Better to
pretend, make peace, move on. Better to live and die by the open secrets every
family keeps.” (l. 3847)
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