Mientras todos leen su última novela, yo leí The Discomfort Zone, un libro de memorias de Jonathan Franzen, genio de quien leí TheCorrections, Freedom y Purity.
The Discomfort
Zone es muy distinto. Mi recuerdo, sin ir a releer mis apuntes de lecturas de
aquellas tres novelas, es el de estructuras monumentales: grandes narrativas
con derivaciones casi infinitas de sus personajes, sus familias, pasados y
vidas interiores, pero estructuradas a la perfección, una mezcla de
psicoanálisis e ingeniería alemana. La que recuerdo con más amor es The
Corrections, a las otras con un poco más de tedio, y casi de bronca; recuerdo
pensar, pará un poquito Jon, me estás matando con la historia del ex marido de
la abuela del personaje secundario, pará de alardear de tu creatividad y
capacidad de orden.
Bueno, The Discomfort Zone es muy distinto. Por lo pronto, claro, no es una novela. Pero sobre todo, es un libro al que le falta ese orden perfecto, alemán, de las novelas. (Nota al pie: tuve la intuición de que Franzen es un escritor alemán, gran idea para otro ensayo que nunca escribiré). Y es un libro que no me atrapó como aquellas novelas. Los seis ensayos / capítulos de los que está compuesto el libro, también, carecen de ese orden que recuerdo de los capítulos de las novelas. Pero a ver si logro decir qué es y no qué no es: es un libro de memorias construido en seis capítulos donde Franzen rememora su adolescencia, se piensa a él y a su familia, recuerda sus primeros acercamientos a la literatura y al idioma alemán y a las mujeres, su relación con su madre, su primer matrimonio fallido y el comienzo de su segunda pareja.
Purity, Freedom y The Corrections son en alguna medida novelas de ideas, donde una idea o concepto es central al texto. Quizá donde esto es más claro es en The Corrections, con el leitmotiv de la idea o el concepto de “corrección” (qué es corregible, qué no, y las diversas aplicaciones del concepto). The Discomfort Zone está muy lejos de tener algo así, porque es más desordenado (me repito), quizás porque es algo así como una indagación personal. En el primer ensayo / capítulo, Franzen cuenta que entra a su departamento de Nueva York y se sorprende: “Me pregunté cómo había llegado desde su mundo [el de su familia] al departamento de una persona a la que ni siquiera reconocía como mí mismo.” (p. 20) En otro ensayo, “The Foreign Language”, reflexiona sobre su resistencia frente a La Montaña Mágica y descubre que era porque “en el corazón del libro había una pregunta de genuino interés tanto para Mann como para mí: ¿cómo es que una persona joven se desvía tan rápidamente de los valores y las expectativas de su crianza de clase media?” (p. 152)
Leído a través de
estas dos citas, The Discomfort Zone es una indagación muy personal no sólo de
cómo Franzen se convirtió en escritor, sino también de en qué medida eso
significa o significó una separación total de su familia de origen. Porque lo
que parecía al principio una separación total (sus padres se oponían a que
estudiara literatura, su madre le parecía una caricatura de la madre de clase
media del Midwest, hay un mundo entre la casa de su infancia que pone en venta
y ese departamento en Manhattan, etc.) termina siendo una aceptación de que se
puede ser artista sin odiar su pasado ni haber sufrido de niño (ahí es
significativo lo escrito sobre Schulz y Peanuts); y de que se puede ser muy
distinto de su familia y amarla igual; de que se puede ser artista y tener una
pareja algo así como “normal”. Descubre que puede ser Jonathan Franzen el
escritor y amar a su madre, aunque solo pudo hacerlo cuando ella se enfermó de
cáncer (p. 177) y dedicar el libro, este libro, el de sus memorias, a sus
hermanos Bob y Tom.
Visto así, The
Discomfort Zone parece una gran novela, un Bildungsroman incluso, pero
totalmente distinto a las novelas de Franzen. Tanto que hasta puede ser visto
como un alegato en contra de las novelas de Franzen: el desorden de The
Discomfort Zone parece casi una denuncia de todo lo que tienen de artificial las
novelas de Franzen, quien controla y ordena todo cuando la vida, en verdad, es
esa zona de desorden e incomodidad constantes. Y así, al escribir todo esto, más de una
semana después de terminarlo, siento que The Discomfort Zone me gusta mucho más
de lo que me gustó al leerlo.
Originales de las
citas
“I wondered how I’d got from their world into
the apartment of a person I didn’t even recognize as myself” (p. 20).
“at the heart of
the book there was a question of genuine personal interest both to Mann and to
me: How does it happen that a young person so quickly strays so far from the
values and expectations of his middle-class upbringing?” (p. 152).
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