domingo, 22 de junio de 2025

Un planteo interesante

 


Leí Más liviano que el aire, de Federico Jeanmaire, novela con un planteo muy interesante: un chico de 14 años intenta asaltar en la calle a una solitaria señora de noventa y tres, “de noventa y tres años, para noventa y cuatro”, como repite luego a lo largo del libro; la obliga a entrar a su departamento para robarle, pero la señora con un ardid logra encerrar al chico en el baño y, desde entonces aprovecha eso para tener compañía y contarle al chico lo que quería contar, la historia de su madre.

El planteo es muy divertido y la organización es interesante: toda la novela está construida únicamente con el discurso de la señora, sin las respuestas del chico, ni descripciones, ni acciones, sólo el discurso de la señora. Y en el proceso, en verdad, nos cuentan la historia y las virtudes y defectos de esta señora, de nombre Rafaela y apodada Lita por el chico, Santi.

A lo largo de todo este discurso, que dura día, el lector bascula; por momentos empatiza con la señora, que ha tenido una vida de soledad (“A mí no me importa, le digo la verdad, estoy muy sola. Todo el santo día, sola. Todos los días de toda la vida, sola”– p. 13); y por momentos nos sentimos rechazados por todos sus prejuicios de clase: “Es un desastre cómo está este país, muchacho. La verdad. Todos gauchos: cada uno monta sobre su caballo, se cubre un poco los hombros con el poncho que tiene más a mano y ya está, allá va, a lo que sea, a lo que se le ocurra, a lo que se le antoje. No se respeta ningún alambrado, en este país. Nada” (p. 53). A veces Lita nos da pena, aparece como una niña de noventa y tres (para noventa y cuatro), a veces nos parece una feminista de avanzada, defendiendo a su madre que quería volar, a veces totalmente anacrónica, y todo eso lo logra muy bien Jeanmarie solamente mostrándonos una parte de un diálogo, un logro no menor.


lunes, 16 de junio de 2025

El humor es más fuerte

 

Leí Heartburn, novela de Nora Efron, reina de la comedia romántica, quien nos dio cosas como When Harry Met Sally, Sleepless in Seattle y You’ve Got Mail. Heartburn está un poco más para el lado de la tragedia que la comedia romántica tradicional, pero hace muy bien algo muy difícil de hacer: contar una historia importante con humor. (El rey de ese arte, en mi humilde opinión, es el inglés Nick Hornby: acálo último que leí de él).

En Heartburn, Efron cuenta la historia de un matrimonio que se rompe, pero haciéndote reír desde el primer momento. En la primera página, de hecho, la narradora nos dice que el marido está teniendo un affaire mientras ella está embarazada de siete meses, y lo dice de una manera graciosa. No es la primera vez que algo así le ocurre a la narradora, ni será la última vez que nos haga reír con ello. Un poco más adelante va para atrás en el tiempo y recuerda una escena: “‘¿Dónde estuviste las últimas seis horas’ le pregunté a mi primer marido. ‘Afuera, comprando bombitas’, me respondió. Bombitas. Medias. ¿Qué hago casada con hombres que inventan excusas como estas?” (p. 11). Ahí también, desde el comienzo, está el germen del cambio: darse cuenta de que el problema no son ellos, sino ella.

La narradora es Rachel Samstat, una judía neoyorquina que se dedica a escribir sobre comida, y la novela está llena de comida (incluyendo recetas) y de humor judío. Y lo que pasa en la novela con Rachel (además de que se entera de que su marido estaba enamorado de otra) es que se da cuenta de que siempre había elegido mal y de que ya no estaba más dispuesta a estar con el tipo equivocado. “¿Y qué es todo esto de elegir, además? ¿Quién está eligiendo? Cuando estaba en la universidad yo tenía una lista de lo que quería en un marido. Una lista larga. Quería alguien registrado como demócrata, que jugara bridge, un lingüista con especial fluidez en francés, suscriptor al New Republic, jugador de tenis. Quería un hombre que no fuera pelado, que no fuera gordo, que no estuviera cubierto con demasiado bello corporal. Quería un hombre con piernas largas y un culo chico y lindas arruguitas de risas alrededor de los ojos. Después crecí y me conformé con un lunático de bajo nivel que tenía hámsteres” (p. 83).

Aunque va para adelante y para atrás en el tiempo, en el fondo la novela retrata las seis semanas entre que Rachel se entera de que su marido, Mark, periodista, tenía un affaire hasta qué decide finalmente qué hacer con eso. En esas seis semanas Rachel descubre algo sobre su marido (que en el fondo ya lo sabía); y algo sobre qué le había pasado al matrimonio después del nacimiento del primer hijo (lo había cambiado todo): “Después de que nació Sam me acuerdo haber pensado que nunca nadie me había dicho cuánto amaría a mi hijo; ahora, claro, me daba cuenta de algo más que nadie te dice: que un hijo es una granada. Cuando tenés un hijo detonás una explosión en tu matrimonio, y cuando el polvo se asienta tu matrimonio es diferente de lo que era" (p. 158).

Pero también descubre algo de ella, como decía antes. Y sabé qué hacer. Irse. Y escribirlo:

“Vera dijo: ‘¿por qué sentís que tenés que convertir todo en una historia?’

Así que le dije por qué.

Porque si cuento la historia, yo controlo la version.

Porque si cuento la historia, te puedo hacer reír, y prefiero que te rías de mí antes de que te apenes de mí.

Porque si cuento la historia, no duele tanto.

Porque si cuento la historia, puedo seguir adelante” (p. 177).

La novela es muy buena y muy divertida (muchomejor que la película, de 1986, con Jack Nicholson y Meryl Streep). Algo me decía, al leerla, que era más que una historia, y ese final de por qué contarla lo hizo más claro. Así que googleé y, efectivamente, la novela es muy autobiográfica, y Mark es nada menos que Carl Bernstein (uno de los dos periodistas detrás de la famosa cobertura del caso Watergate) y el segundo marido de Efron. Eso le da una razón más a por qué escribir la historia, claro, la venganza: pero la novela no necesita ningún anclaje en la realidad para ser muy buena y muy divertida.

 

Originales de las citas

“‘Where were you the last six hours’ I said to my first husband. ‘Out buying light bulbs’, he said. Light bulbs. Socks. What am I doing married to men who come up with excuses like this” (p. 11).

“And what is all this about picking, anyway? Who’s picking? When I was in college, I had a list of what I wanted in a husband. A long list. I wanted a registered Democrat, a bridge player, a linguist with particular fluency in French, a subscriber to The New Republic, a tennis player. I wanted a man who wasn’t bald, who wasn’t fat, who wasn’t covered with too much body hair. I wanted a man with long legs and a small ass and cute laugh wrinkles around the eyes. Then I grew up and settled for a low-grade lunatic who kept hamsters”  (p. 83).

“After Sam was born, I remember thinking that no one had ever told me how much I would love my child; now, of course, I realized something else that no one tells you: that a child is a grenade. When you have a baby, you set off an explosion in your marriage, and when the dust settles, your marriage is different from what it was” (p. 158).

“Vera said: ‘Why do you feel you have to turn everything into a story?’

So I told her why:

Because if I tell the story, I control the version.

Because if I tell the story, I can make you laugh, and I would rather have you laugh at me than feel sorry for me.

Because if I tell the story, it doesn’t hurt so much.

Because if I tell the story, I can get on with it” (p. 177).


lunes, 9 de junio de 2025

Historias de padres e hijos

Me regalaron para mi cumpleaños una colección de cuentos de distintos autores con el tema de la paternidad: "Stories of Fatherhood", editado por Diana Secker Tesdell para Everyman's Pocket Classics.

Hay algo muy positivo para decir de este tipo de colecciones temáticas: diferentes miradas con la literatura sobre el mismo tema te muestran, justamente, cómo la literatura puede abordar la vida misma. Además, a veces pasa con las colecciones de cuentos de un autor que uno no sé si se cansa, o se aburre, pero algo así; como que querés algo diferente. Pues bien, acá tenés eso, podés pasar de un estilo a otro muy distinto, miradas, tonos, de todo. Claro, a veces hay saltos de calidad, y no es la excepción de esta colección, donde hay cuentos que me parecieron bellísimos tanto de consagrados (Raymond Carver, E. L. Doctorow, Vladimir Nabokov, Franz Kafka) como de autores que yo no conocía (Andre Dubus, Jim Shepard). Otros me gustaron menos, incluyendo los de algunos consagrados (John Updike).

El segundo comentario general es que yo esperaba (y quien me lo regaló también) que serían más historias de padres hablando de paternidad que de hijos hablando de sus padres. Pero, aunque por poco, fueron más los cuentos desde la perspectiva del hijo que desde la perspectiva del padre. Algunos, como el de Carver, hacen que el padre, al pasar algo con su hijo, reflexione sobre su padre y sobre su rol como hijo; y en dos o tres se da la inversa, que la reflexión del hijo sobre su padre oriente una reflexión sobre su papel como padres. Se ve que nunca nos podemos separar demasiado.

Otra cosa interesante es que hay algunos cuentos casi pintorescos, el relato de familias felices (Ron Carlson, “The H Street Sledding Record”) y se llega hasta el otro extremo; ahí está, obviamente, “El Juicio” o “El veredicto” de Kafka: un padre severo acusa a su hijo de deshonrar a la madre, traicionar a su amigo y querer matar al padre; el padre sentencia al hijo a morir ahogado y el hijo se suicida tirándose al río. En “A Little Cloud” James Joyce transmite a un padre que se siente atrapado en la paternidad: “Preso por toda la vida.” / “He was a prisoner for life.” (p. 211). Otro padre poco feliz con su paternidad es el de “Sorry?”, de Helen Simpson: “El tema es que él había sido el proveedor. Los hijos necesitan a sus madres. Es verdad que él no se había interesado mucho en ellas, pero bueno, francamente, ellas no habían sido demasiado interesantes. ¿Se suponía que tenía que fingir? Ninguna de las dos había logrado mucho. Y él tenía su vida de la que encargarse.” / “The thing is, he had been the breadwinner. Children needed their mothers. It was true he hadn’t been very interested in them, but then, frankly, they hadn't been very interesting. Was he supposed to pretend? Neither of them had amounted to much. And, he had had his own life to get on with.” (p. 270).

Uno de mis favoritos de la colección es “Bicycles, Muscles, Cigarettes” (“Bicicletas, músculos, cigarrillos”), de Raymond Carver. Un padre que recientemente dejó de fumar tiene que ver qué macana se mandó su hijo, junto con otros, con la bicicleta de un vecino. Termina peleándose a trompadas con el padre de otro de los chicos. Después de la pelea se acuerda de la vez que vio a su padre peleándose con otro hombre y cuando pone al hijo a dormir, el hijo le pregunta si la relación del padre con el abuelo era parecida a la de él con el padre; y termina diciéndole que le hubiera gustado conocerlo cuando tenía su edad. 

Otro es “A father's story” ("La historia de un padre"), de Andre Dubus, de cuya existencia no me había enterado hasta leer este cuento, donde un padre profundamente religioso se encuentra ante un dilema ético: ¿defender a su hija o hacer lo correcto, o será que acaso hacer lo correcto es siempre defender a la hija? Un par de citas de este cuento que me interpeló fuerte como padre de hijas: 

“Jennifer tiene veinte y me preocupo por ella de la manera en que los padres nos preocupamos de las hijas, pero no de los hijos. Quiero saber en qué anda, y al mismo tiempo no.” / “Jennifer is twenty, and I worry about her the way fathers worry about daughters but not sons. I want to know what she’s up to, and at the same time I don't” (p. 105).

"era a ser mujeres a lo que estaban entrando, el profundo bosque de serlo, y más allá de cuántas mujeres y hombres también estén diciendo estos días que hay poca diferencia entre nosotros, la verdad es que los hombres se mueven en ese bosque sólo por senderos claramente demarcados, mientras que las mujeres se mueven en él como pájaros". / “it was womanhood they were entering, the deep forest of it, and no matter how many women and men too are saying these days that there is little difference between us, the truth is that men find their way into that forest only on clearly marked trails, while women move about in it like birds” (p. 106).

“cuando tocó a mi puerta, y me llamó, despertó algo que había fluido latente en mi sangre desde su nacimiento, y entonces lo que se levantó de la cama no fue el dueño de un establo ni un católico ni ningún otro Luke Ripley con quien había vivido por largo tiempo, sino el padre de una chica” / “when she knocked on my door, then called me, she woke what had flowed dormant in my blood since her birth, so that what rose from the bed was not a stable owner or a Catholic or any other Luke Ripley I had lived with for a long time, but the father of a girl” (p. 123).

Me gustó mucho “The Writer in the Family” (“El escritor de la familia”), de E. L. Doctorow: cuando el padre se muere, una tía le pide al hijo que escriba cartas firmadas por su padre para darle a su abuela, para que la abuela no sufra por la muerte de su hijo. En el medio el chico descubre algo sobre su padre y sobre sí mismo. Contiene esta cita genial: “Nunca había ido al Oeste. Nunca había viajado a ningún lado. En su generación la gran travesía era desde la clase trabajadora a la clase profesional". / “He had never been west. He had never traveled anywhere. In his generation the great journey was from the working class to the professional class.” (p. 128).

También me gustó “Christmas” de Vladimir Nabokov. Es Navidad y Stepsov deambula por su casa de campo sufriendo por la reciente muerte de su hijo pequeño. Descubre su colección de mariposas (es Nabokov, cómo no va a haber mariposas) y que el hijo estuvo enamorado. Un cuento lleno de simbolismo sobre la vida y la muerte.