Clarín publica hoy una excelente columna de Luis Alberto Romero sobre Sarmiento y el proyecto argentino. Se olvida a Sarmiento, nos dice mi ex profesor (¡qué miedo le tenía!), porque ha desaparecido también el proyecto que defendía el sanjuanino: el de un Estado fuerte al servicio de la construcción de una sociedad integrada y pujante. Pero Romero pone el énfasis en el futuro; hay hoy una tarea política que consiste:
en reconstruir aquel Estado potente y al servicio del interés general que supimos tener, expulsando a los mercaderes del templo. Consiste en reconstruir el sistema educativo público que contribuyó a conformar la sociedad móvil, integradora y democrática de la vieja Argentina, a la que en sus etapas iniciales Sarmiento dio un sello personal.
Yo creo que estamos menos lejos de lo que supone Romero. En el último capítulo del Facundo, “Presente y porvenir”, Sarmiento dice que, más allá de lo execrable que le resultara Rosas, éste había cumplido la tarea de centralizar, unificar y ordenar al país. Estaba todo listo para que comenzara el progreso argentino: “no se vaya a creer que Rosas no ha conseguido hacer progresar la República que despedaza, no; es un grande y poderoso instrumento de la Providencia (…) La idea de los unitarios está realizada; sólo está de más el tirano; el día que un buen Gobierno se establezca, hallará las resistencias locales vencidas y todo dispuesto para la unión.” Así, Argentina podía entrar “en una carrera no interrumpida de progresos”.
Como entonces, Argentina está hoy en el umbral de “una carrera no interrumpida de progresos”. Tan sólo falta un buen gobierno que no nos impida comenzarla. Tardando más de lo que quizás podría haberse tardado, los Kirchner han concluido la tarea del ordenamiento post-crisis. Ahora, a pensar de nuevo en una nación grande y para todos.
Me gustaría creerlo. Sin embargo, Argentina hoy es un país mucho más complejo que el de 1853. Si Obama habla de mover un portaviones, nosotros podemos decir que tenemos que mover una corbeta o un crucero. En 1853 tenían que mover una lanchita. La construcción a partir de 1853 fue una epopeya, pero aún así siempre me he preguntado sobre los "grandes hombres": han sido tales o simplemente lidiaban con una situación relativamente simple (lo mismo puede preguntarse de los grandes científicos; no así de los grandes artistas donde la construcción no es progresiva).
ResponderEliminarFelicitaciones por la incursión mediática.
Jose A.
Gracias, José. Nada es obvio, nada está predeterminado, ningún partido está ganado antes de empezar: los partidos hay que jugarlos. Dicho eso, la oportunidad que enfrentamos parece inmejorable.
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