"Uno se acostumbra a todo", dice el refrán popular, pero esto es demasiado.
Ayer murió una persona por ir a ver un partido de fútbol. Tan acostumbrados estamos a esto que no sabemos a ciencia cierta si con ésta ascienden a 183 o 255 las muertes producidas por la violencia en el fútbol. Los diarios de hoy dan cuenta de esta muerte en tapa, y hacen la habitual cobertura en las secciones deportivas. El partido se terminará – sí, lo van a seguir jugando – sin público; quizás la AFA le saque algunos puntos a alguno de los dos equipos; quizás suspenda el estadio por un par de fechas; el gobierno pasará a disponibilidad a algunos policías; y listo. En una semana arrancará la nueva fecha y nos olvidaremos colectivamente de todo, quedando tan sólo el dolor de los familiares y amigos del fallecido.
Pelota gastada, como nuestra voluntad para soñar.
Fuente: Morguefile. http://mrg.bz/Dshts4
En seis, doce o dieciocho meses volverá la muerte a otro estadio con otros equipos y haremos lo mismo. Una suerte de "oh, qué horror!" generalizado, hipócrita, mentiroso, para seguir igual. Hay, en esta complacencia, una actitud naturalizadora de la desgracia, como si se tratara de un terremoto frente al que nada podemos hacer.
Esta complacencia no es privativa del fútbol. Vivimos con inflación de más de 20%; con altos niveles de inseguridad; sin saber a ciencia cierta aquí tampoco cuánta inflación y cuánta criminalidad, porque el gobierno nos miente y todos lo sabemos; a pesar del crecimiento económico, seguimos con alrededor de 20% de la población en situación de pobreza; el gobierno incumple órdenes judiciales y el país es amenazado por un sindicalista que no quiere ser investigado. Podríamos seguir un largo rato dando ejemplos de desgracias políticas como estas; desgracias que hemos aceptado, que hemos naturalizado. Porque uno se acostumbra a todo, vio.
Y cuál es la opinión en esto?
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