martes, 31 de mayo de 2011

Herejía: porqué me aburre el Barcelona

Me han mirado mal y me han acusado de hereje, pero lo cierto es que me aburre el Barcelona. Tanto me aburre que el sábado pasado preferí jugar al golf antes que mirar la final de la Champions.
El Barcelona me aburre, primero, en términos de estado final, y me apoyo en dos columnas de Juan Pablo Varsky. En su última columna publicada en La Nación, Varsky nos explica que, futbolísticamente, “la perfección existe”: es este Barcelona. Lo más comparable que encuentra es el Dream Team del basquetbol, la selección norteamericana de 1992. Lo que los une es que en ambos casos la victoria se daba prácticamente por descontada. Barcelona borra de la cancha a rivales del fuste de Manchester United y Real Madrid como si fuesen equipos de barrio; no hay prácticamente sorpresa y por eso, me aburre. Le quita al fútbol quizás lo más bello que tiene, lo que el mismo Varsky mencionó en su columna sobre el superclásico: el fútbol es increíble, decía, porque su “notable imprevisibilidad nos humilla en nuestra intención de explicarlo todo.” El Barcelona reduce al mínimo esa imprevisibilidad.
Lucas Llach, por otra parte, viene a mi auxilio en la segunda fuente de mi aburrimiento, el proceso, al explicarnos porqué no juegan todos como el Barça. Barcelona controla el balón durante una enorme proporción de cada partido y lo hace sin arriesgar nada: va a seguir tocando y tocando hasta lograr poner a Messi en oportunidad de cambiar de ritmo. Dice Llach: “sabés que si tocás y tocás y tocás, varias veces por partido va a arrancar Messi y hacer un Lío”. Como regla, entonces, salvo esas 5 ó 10 veces por partido en que Messi encara, lo del Barcelona me aburre porque no arriesga nada; no por mezquino, sino por superioridad, porque no necesita arriesgar.
Estoy de acuerdo con Varsky: el Barcelona es la perfección o algo muy cercano a ello. Estoy muy de acuerdo con la explicación de Llach de cómo funciona la cosa. Pero me aburre: porque sé que termina con una victoria del Barça y porque 87 minutos por partido serán sucesiones interminables de pases intrascendentes. Por eso, me paga más jugar al golf y a la noche ver el compacto de 3 minutos: el resto ya lo vi.

Lo más divertido: link cortesía de Pepe Brea de La Nación.

3 comentarios:

  1. La pase tan bien viendo al Barça el sabado, con amigos y asado, como viendo a riber el domingo (4 bosteros y una gallina). En los dos partidos vi un volante pelado con llegada, un zurdo habilidoso, un equipo con ambición y dominio del partido y otro más timorato, por momentos entregado. Glorias del pasado mezclados con pendejos, arbitrajes más o menos polémicos, etc... La mayor diferencia, creo, fue el 4 de olimpo que cada vez que intentó tirar un centro la colgó.
    El punto es, tanto para el 4 de Olimpo como el 10 del Barça, en un punto ya sabés que es lo que va a hacer, pero igual seguís mirando, esperando una sorpresa, sorprendido por algo esperado.


    Abrazoo

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  2. Cuanta maldad...
    Pero sí, es cierto que siempre hay sorpresa en ese sentido. Me parece que el tema, en cuanto a lo que en el post llamo "el proceso" es el famoso "cambio de ritmo". El pase y pase y pase al mismo ritmo...
    Igual, aclaro como hice en Twitter ayer: es hermoso como hecho estético, es el mejor fútbol que he visto en mi vida y todo eso.

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  3. "La cadena de pases sigue siempre una lógica racional, nunca se pasa por pasar sino que cada transmisión del balón, de un compañero a otro, lleva intrínseca la posibilidad de desarticular el engranaje defensivo, o de forma inminente o en futuras maniobras", escribe Oscar Cano Moreno en su estupendo libro El modelo de juego del FC Barcelona. Saludos amigo :)

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