lunes, 18 de julio de 2011

Lógicas

La familia llegó al restaurant y la madre le dijo a la hija mayor que dejara a su perrita de peluche, Penny, antes de bajar. Lo hizo. Luego, el padre le dijo a la hija menor, de tres años, que dejara su perrita de peluche, Reina, antes de bajar. La hija menor se resistió.
“Dale, hija, así no se pierde.”
“No se va a perder, la voy a cuidar” respondió aferrándose a la perrita.
“Dale gorda, no me discutas que es tarde”.
“La voy a cuidar, la voy cuidar”, llevando al peluche con dos manos al pecho en señal de cuidado.
“Pero se va a perder, o se va a manchar.”
“No se va a perder, no se va a manchar: ¡la voy a cuidar!”, alzando la voz.
En un momento de lucidez, el padre se dio cuenta de que la discusión podía seguir así por horas, y que el único resultado sería una escalada de la discusión.
“Hija, mirá cómo se quedó Penny en el auto” dijo, apuntando a la butaca que antes ocupaba la hermana mayor. “Pobre Penny no se puede quedar sola en el auto; se va a sentir muy sola: Reina la tiene que acompañar.” La hija miró al padre, miró a los dos peluches, le dio un beso a Reina e hizo que Reina le diera un beso a Penny antes de apoyarla suavemente al lado de su perrita amiga. Padre e hija entraron de la mano al restaurant.

Los peluches se acompañan.
Fuente: Morguefile, http://mrg.bz/qBw66J

La preocupación por perder o manchar un peluche entra en la lógica adulta de las cosas pero no en la lógica de los tres años. Que una perra de peluche se quede a acompañar a otra es ilógico en el mundo de los adultos pero tiene perfecto sentido para una niña de tres. El encuentro de lógicas distintas se repite en muchos órdenes de la vida. Las distintas lógicas de producción y comercialización en una empresa o los debates sobre producción y distribución del ingreso son dos ejemplos. Otro se da en la comunicación política, donde aún muchas campañas se hacen pensando más en la lógica de los políticos que en la lógica de los votantes, como decía acá. La moraleja es nunca olvidar el valor de la empatía, tratar de recordar siempre cómo piensa y siente nuestro interlocutor. De otra manera, la comunicación a veces es imposible.

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