Ayer se despidió Inglaterra del Mundial y con ella mi cobertura para el blog de Garrincha. Acá dejo mis tres crónicas de los tres partidos de los tres leones. La cobertura en el blog de Garrincha sigue: pasen y vean.
Ups and downs
(14/06/2014: Inglaterra 1 - Italia 2)
Unas horas antes del partido pasé por Manaos. Por arriba de
Manaos, a 36.000 pies, en un Airbus de la aerolínea de bandera. Me sentí tan
argentino, partiendo a Brasil por el medio desde el aire, que me dieron ganas
de comer dulce de leche. Mientras pasaba por ahí imaginé la sombra de nuestro
avión en la selva, como un mosquito, pequeño para los estándares locales, y
pensé en el pobre Steven Gerrard, tan lejos de la ciudad de los Beatles, y me
acordé de Fitzcarraldo. Bah, de las imágenes de Fitzcarraldo que recordé de las
cosas que me dijeron de esa película, porque nadie normal la vio y yo soy
normal. Soy re normal.
Finalmente bajé, en el gran país del norte. Hice migraciones,
busqué mi valija, pasé aduana, hice check-in para mi vuelo de conexión,
corriendo corriendo porque no llego, porque estoy justo, y cuando llegué a la
puerta resultó que el vuelo estaba retrasado. En el bar de al lado estaba
empezando el partido y entonces eso que parecía tan malo, tener que esperar,
resultó bueno, porque puedo ver el partido, me dije. Y qué mejor lugar para ver
un partido del Mundial que un aeropuerto, eso que alguna de esas personas re
profundas llamaron un no-lugar. El Mundial tiene algo artificial también, un
empaquetamiento de emociones desplazadas, la identidad del barrio mutada,
empaquetada, marqueteada. Lo bajo del barrio, de Anfield, de Stanford Bridge,
de Tottenham, convertido en lo alto de la FIFA. En el camino de abajo a arriba
se pierde algo de alma, como una chica de Nebraska al llegar a Hollywood.
Mientras tanto, van 33 minutos, y los equipos suben y bajan en
bloque. Los ves a todos en el mismo plano (salvo al arquero del equipo que
ataca), bien compactos. Y desde que empecé a escribir este párrafo vino el gol
de Italia (Marchisio tras gran jugada de Pirlo, que la dejó pasar) y el empate
de Inglaterra, England, by Sturridge, tras centro de Rooney. Las emociones
subieron y bajaron y escuché el llamado a mi vuelo justo después de que
terminara el primer tiempo. Durante el segundo voy a volver a estar arriba,
cruzando el Golfo de México en camino a Houston, pero no hay problema. Pase lo
que pase, el fútbol siempre será esto, los altos y bajos, lo alto y lo bajo.
By George
(19/06/2014: Inglaterra 1 - Uruguay 2)
Oh sweet Georgia pie. Nosotros, los
ingleses, conquistamos medio mundo y le pusimos nombres a muchas partes.
Llegamos hasta este continente incontenible e hicimos colonias como esta y las
nombramos como quisimos. A este le pusimos el nombre de nuestro rey y de
nuestro santo, el que mataba dragones. Hace calor en Georgia y son las tres de
la tarde. El Sticky Fingers Smokehouse está casi vacío y la rubia gordita de la
barra me quiere hacer comer o tomar cosas. Sweet Georgia pie pido, porque hay
una canción, mientras el juez le perdona la vida a Godín y nosotros, que somos
caballeros ingleses, no protestamos. The pound sterling es una medida de plata,
y este Sterling (que no es Roger) es la medida del fútbol de Inglaterra.
Sterling y Rooney contra el mundo, con algo de Sturridge on the side, como un
bowl de porridge, pero qué calor, no acá, no hoy. Metemos un cabezazo en el
palo y tenemos un par de situaciones pero no entra y Cavani hace un jugadón y
Suárez, el que juega en Liverpool, deja a Joe Hart a contrapié y a Inglaterra
con un pie afuera.
Nos queda un tiempo y estoy solo en la barra. Cada tanto pasa la
gordita y me pregunta si quiero algo más. Simpática la rubia. Estoy solo como
el pobre Joe Hart en nuestro arco, que los uruguayos empiezan a cascotear con
más calidad que fiereza. Oh England, England, nosotros que nombramos las cosas
e inventamos el juego, England. La rubia se llama Brittany: a ella también le
pusimos nosotros el nombre, los británicos, que conquistamos todo pero ya no
podemos ni en los deportes que nosotros mismos inventamos. Y ahí va Rooney,
tira el segundo caño de la tarde, como si fuera sudamericano, rioplatense, y
Muslera empieza a hacerse grande hasta que la metemos, al fin, centro de
Johnson y gol de Rooney. Pero de nuevo, como contra Italia, llega la desilusión
porque no puede haber final feliz para Inglaterra y Suárez mete el segundo. Son
las cinco y empiezan a llegar los gringos para la cena en el Sticky Fingers.
Terminó el partido y yo solo, acá, en la barra vacía. La rubiecita se fue y yo
salgo al calor de Georgia. Saint George nos abandonó y un millón de dragones
vomitan su fuego sobre nuestras espaldas.
Despedida
(24/06/2014: Inglaterra 0 - Costa Rica 0)
Me fui a Gibraltar, no a la roca sino a un pub, a ver un partido
que más que partido era una despedida, la nuestra, la de Lampard, la de
Gerrard. Caminando por el empedrado de San Telmo en mi cabeza sonaba la
introducción de "I did it my way", pero en la versión decadente de
los Sex Pistols: "And now, the end is near / And so I face the final
curtain" dice Sid Vicious.
No era el final que esperábamos, no. Tan inesperado que tuve que
ir a un pub inglés porque a nadie le importaba este partido. Hasta en Gibraltar
estuvimos relegados: como si en la roca fueran primero los gallegos, en la tele
grande de adelante pusieron Italia-Uruguay y nosotros quedamos atrás en la tele
chiquita. (Me agarró tortícolis por mirar hacia arriba.) Un inglés me invitó a
sentarme a su mesa mientras en la de al lado miraba nervioso el único
costarricense de Buenos Aires, envalentonado por su equipo.
Pudimos haber ganado hoy. Sturridge tuvo una, dos, tres, cuatro
oportunidades, pero no entró. Los ingleses alrededor se rieron cuando vieron a
uno de ellos mostrando un cartel desde la cancha: "Pasajes £1.200,
Entradas £1.200, Alojamiento £2.000. Ver el partido ya eliminados: no tiene
precio". Así nos despedimos, con humor, riéndonos de nosotros mismos, de
nuestra impotencia. "What's the difference between England and a tea
bag?", preguntaban por las redes sociales: "a tea bag stays in the
cup longer." Y nos reímos
pensando en la bolsita ya casi seca y fría, como una pequeña pijiita después de
mucho tiempo en la pileta, a shrivelled up penis.
Así llega nuestro final, nuestro telón tan lejos de la final y nos
vamos con la tristeza de no haberlo hecho a nuestra manera, no como Frank, no
como Sid. Nos pusimos a tocar como si fuéramos latinoamericanos, tiramos caños
en vez de centros, jugamos 4-2-3-1 como España. Tomamos una pinta más, reímos
hacia afuera manteniendo la compostura, como hacemos los ingleses, con la
frente en alto, y mascullamos que extrañamos el four-four-fucking-two antes de
salir de la puerta del bar y olvidarnos de toda esta mierda por cuatro años.
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