No me volvió
loco Papeles en el viento, de Eduardo
Sacheri, pero si llegué al final no fue sólo porque me la regalaron mi mujer y
mis hijas para mi cumpleaños ni porque el autor y los protagonistas sean del
Rojo. Supongo que las dos cosas ayudaron, pero sobre todo quería ver cómo
llegaba al final, cómo se resolvía, y en el mientras tanto había algo del humor
que funcionaba.
Otras cosas me
funcionaron menos. La novela relata las desventuras de tres amigos (Fernando,
el Ruso y Mauricio) por lograr vender los derechos de un jugador de fútbol que
había comprado un cuarto amigo (el Mono) que había muerto poco antes y así, con
la plata, poder ayudar a la hija del Mono. El estilo no me funcionó mucho, me
pareció un poco demasiado formal, un registro lejano. Tampoco la estructura; el
autor intercala los capítulos del presente, escrito en el presente y siempre en
tercera, con capítulos del pasado de los cuatro amigos: la historia del
presente me enganchó, pero los capítulos del pasado se me hicieron algo densos.
Al mismo
tiempo, esa parte es importante, porque el libro es sobre todo una historia
sobre la amistad. La venta del jugador significa un conflicto que pone en juego
esa amistad de toda la vida, esa amistad del barrio. Así y todo, se me hizo un
poco pesada la nostalgia del barrio, de la misma manera que en cine se me hizo
meloso el tema en Luna de Avellaneda,
para encontrar una comparación. Igual, esta literatura no deja de ser una
aproximación a un mundo: si Leonardo Oyola es el conurbano de la pobreza y la
marginalidad, Sacheri es acá el conurbano de la clase media, que sobrevive a
duras penas a veces gracias a cierto capital social (Fernando), que dilapida el
poco capital económico acumulado por otra generación (el Ruso) o que aún deja
lugar para la movilidad ascendente (Mauricio). (El único rico que aparece,
Williams, es un garca, obviamente.)
El humor y los
personajes hacen que te vaya divirtiendo en el camino, además de los detalles
del mundillo del fútbol, desde los papeles arremolinados en una popular que le
dan el título al libro hasta personajes como el representante, el técnico del
ascenso y los periodistas deportivos. El personaje del Ruso, sobre todo, es
gracioso, y hay escenas muy bien logradas (como la de Fernando pidiéndole un
celular a una travesti en Costanera Sur). Pero sobre todo quería saber cómo
terminaba la historia, si la amistad del barrio perduraba o no frente al
conflicto. Y no digo más nada porque en una de esas quieren llegar ustedes
hasta el final y saber qué paso con ese jugador de fútbol cuyo pase tenían los
muchachos, Mario Juan Bautista Pittilanga.
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