Open, las memorias que André Agassi
escribió con J. R. Moehringer, es un libro fenomenal que me habían recomendado
mil veces antes de ponerme a leerlo. Lo que me detenía era que no me interesa
tanto el tenis, pero rápidamente te das cuenta de que eso no importa: el mismo
narrador, uno de los mejores tenistas de la historia, admite una y otra vez que
él odia el tenis.
Como no sé ni
conozco mucho de tenis, pude hacer con este libro algo que uno no hace
generalmente con libros de no ficción: creerle todo, leerlo como una novela sin
que importe cuánta verdad contiene. En Twitter alguien me dijo que es
incompleto y tiene medias verdades y puede ser. Pero leído como lo leí yo, todo
suena verdadero; suena honesto, suena como la voz de un gran narrador de una Bildungsroman, una novela de cómo un chico se convirtió en hombre.
El caso de este
chico tiene algunas rarezas, además de la obvia de que fue el mejor del mundo
haciendo lo que hacía. La primera es justamente que crece haciendo algo que
odia, obligado por un padre obsesionado en que alguno de sus hijos sea campeón
de tenis. Uno de los grandes logros del libro es ese padre tipo Carver que
construye a lo Carver: un padre al que vemos haciendo las cosas más tremendas
porque el narrador las pone ahí, pero sin juzgarlas. Parte de la construcción de
ese padre y de la sensación de verdad de todo el libro, me parece, está en el
uso permanente de la primera persona del singular y en el presente. Una enorme decisión.
La segunda rareza
es que este chico se convirtió en hombre bastante tarde (a los 29 años tras
ganar el US Open de 1999 dice que “Es la primera vez que sentí, o que me animé
a decir en voz alta, que soy un adulto.” - p. 322) aunque desde muy temprano, a
los 16, hacía cosas de adulto (era profesional) y era juzgado como tal. Lo peor
del libro, me parece, es cuando parece querer explicar o justificar al Agassi
rebelde de los comienzos de su carrera; quizás ahí se pone demasiado explícito:
“Dicen que quiero llamar la atención. En verdad (...) estoy tratando de
ocultarme. Dicen que estoy tratando de cambiar el deporte. En verdad estoy
tratando de que el deporte no me cambie a mí. Dicen que soy un rebelde, pero no
me interesa ser un rebelde, sólo estoy llevando adelante una típica rebelión
adolescente del montón.” (p. 115)
La tercera rareza
es que su convertirse en grande es entender que lo que hace sólo tiene sentido
si lo hace con y para otros, lo cual es bastante común a nivel libro de
autoayuda pero paradójico cuando se trata de un jugador del que es
quizás el más individual de todos los deportes individuales. La compración es con
el boxeo: “el tenis es boxeo. (...) es pugilismo de no contacto. Es violento, mano a mano, y la alternativa es tan
brutalmente simple como en un ring. Matar o ser matado.” (p. 214) Agassi busca salirse de ese dilema individual y crear un equipo. Cuando es chico y su padre lo obliga a jugar y apuesta
dinero en sus victorias, quiere jugar al fútbol, un deporte en equipo, porque
ahí “El destino de mi padre, de mi familia, del planeta tierra, no descansa
sobre mis hombros.” (p. 56) A lo largo de su carrera va armando su equipo (su
hermano, amigos, entrenadores, coaches, esposas). Juega mejor en la Davis que
individual y se emociona como pocas veces al ganar el oro en Atlanta en 1994 (“Empieza
a sonar el himno. Mi corazón se agranda, y no tiene nada que ver con el tenis,
o conmigo, y por eso excede todas las expectativas.” - p. 238)
Agassi se hace
hombre cuando encuentra una razón para hacer eso que hace, una razón más allá de que no
puede hacer otra cosa porque su padre lo rompió. Se hace grande cuando se abre, de ahí el
título, jugando con lo de campeonatos abiertos, a la emoción. (Ahí resulta
excelente el epígrafe de Van Gogh que utiliza, y en este tema de lo abierto sí
hay sutileza.) Desde 1999, después de estar en un pozo, de su separación de
Brooke Shields y de las drogas, Agassi encuentra en su fundación una misión:
“Quiero ganar, estoy loco por ganar (...) No se trata de mi vuelta, se trata de
mi equipo. Mi nuevo equipo, mi verdadero equipo. Estoy jugando para tener más plata
y más visibilidad para mi colegio. Después de todo estos años tengo lo que
siempre quise, algo para lo cual jugar que sea más que por mí mismo pero que
igual esté muy conectado conmigo.” (p. 267)
La última rareza o
paradoja, si se quiere, es que lo que lo convierte en un hombre lo destruye
físicamente. La descripción de los dolores y el deterioro físico producto de la
alta competencia, sobre todo en el comienzo y final del libro, que relatan su
último gran partido, es fenomenal. Es, también, una buena advertencia a
cualquier padre que busque crear algo como lo que creó el padre de Agassi. Algo que el propio Agassi parece entender, a pesar de casarse con otra tenista.
“Soy primero un padre, un jugador de
tenis después, y esa evolución ocurre sin que me de cuenta” (p. 341) dice por
allí, en el acto final de admisión de adultez.
Post
scriptum para amantes del tenis
Es incomprensible
que amantes del tenis que lean no hayan leído este libro. Como prueba
simplemente paso un listado de algunos de los jugadores contra los que jugó
Agassi que aparecen en el libro, en orden de aparición. John McEnroe. Michael Chang. Pat Cash. Ivan Lendl. Guillermo Pérez
Roldán. Martín Jaite. Pete Sampras. Alberto Mancini. Jim Courier. Jonas
Svensson. Andrés Gómez. Boris Becker. Goran Ivanisevic. Patrick Rafter. Richard
Krajicek. Thomas Muster. Todd Martin. Guy Forget. Wayne Ferreira. Michael
Stich. Kafelnikov. Stefan Edberg. Alex Corretja. Petr Korda. Gastón Etlis.
Jonas Bjorkman. Karol Kucera. Andrea Gaudenzi. Sergi Bruguera. Greg Rusedski.
Vince Spadea. Alberto Berasategui. Jan-Michael Gambill. Marat Safin. Tommy
Haas. Dominik Hrbaty. Franco Squillari. Arnaud Clément. Chris Woodruff. Carlos Moyá. Marcelo Filippini.
Andrei Medvedev. Mariano Puerta. Sébastien Grosjean. Andy Roddick. Roger
Federer. Paul Henri Mathieu. Juan Carlos Ferrero.Max Mirnyi. Lleyton Hewitt.
Jiri Novak. Rainer Schuetler. Jürgen Meltzer. Guillermo Coria.
Mark Philippoussis. Marat Safin. Jarko
Nieminen. Rafael Nadal. Ivo Karlovic. Thomas Berdych. Xavier Malisse. James Blake. Robby Ginepri. Andreas Seppi. Andrei Pavel. Marcos
Baghdatis.
Originales
de las citas usadas
“It’s the first time I've felt, or dared say out loud,
that I’m a grown-up.” (p. 322)
“They say I’m trying to stand out. In fact (...) I’m
trying to hide. They say I’m trying to change the game. In fact I’m trying to
prevent the game from changing me. They call me a rebel, but I have no interest
in being a rebel, I’m only conducting an everyday, run-of-the-mill teenage
rebellion.” (p. 115)
“tennis is boxing. (...) tennis is noncontact
pugilism. It’s violent, mano a mano,
and the choice is as brutally simple as it is in any ring. Kill or get killed.”
(p. 214)
“The fate of my father, of my family, of planet earth,
doesn’t rest on my shoulders.” (p. 56)
“A man drapes the gold medal around my neck. The
national anthem starts. I feel my heart swell, and it has nothing to do with
tennis, or me, and thus it exceeds all expectations.” (p. 238)
“I want to win, I’m crazy to win. (...) It’s not about
my comeback, it’s about my team. My new
team, my real team. I’m playing to raise money and visibility for my school.
After all these years I’ve got what I always wanted, something to play for
that’s larger than myself and yet still closely connected to me.” (p. 267)
“I’m a father first, a tennis player second, and this
evolution happens without my being aware.” (p. 341)
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