sábado, 7 de julio de 2018

Lectura mundialista



Leí Cerrado por fútbol, de Eduardo Galeano, un poco porque me lo regalaron, otro poco porque me daba fiaca ir a cambiarlo y un poquito más porque, sí, me gusta mucho el fútbol y estamos en medio de un mundial y me gustaría, como hacía el autor, poner en la puerta de casa un cartelito que diga “cerrado por fútbol” y emerger un mes después. Por otro lado, había muchas razones para no leer este libro, empezando por el hecho de que es un libro póstumo, que suele ser indicio de algo no del todo terminado, y siguiendo por la postura ideológica del autor. Y atento a lo que digo: no me molesta la ubicación ideológica sino la postura ideológica, su permanente bajada de línea desde una supuesta superioridad moral.
Las dos cosas me molestaron. La bajada de línea ideológica desde el prólogo a cargo de Ezequiel Fernández Moores, de cuya producción por lo general me privo justamente por eso. Y lo inacabado y repetitivo del material bastante rápido también, repetitivo dentro del mismo libro y con ese otro libro de fútbol de Galeano que recuerdo haber leído con alegría de adolescente, El fútbol a sol y sombra, quizás, también, porque era más joven, me bancaba más las bajadas de línea y sí, estaba más a la izquierda de lo que estoy hoy.
Así y todo, encontré cosas que me gustaron. Por ejemplo, que no deje de señalar los defectos de Maradona en su defensa cerrada del personaje; es el “ídolo generoso y solidario”, pero también “una síntesis ambulante de las debilidades humanas”. Me gusta también la explicación del personaje: “Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio.” (p. 30-31) “Desde que la multitud gritó su nombre por primera vez, cuando tenía dieciséis años, el peso de su propio personaje le hace crujir la espalda.” (p. 33) Galeano le perdona a Maradona hasta que haya defendido a Menem.
Hay un texto muy lindo (“El lector”) en el que un lector se le acerca a Soriano y le habla de un partido ficticio inventado por el gordo como si hubiera ocurrido de verdad. Hay, cada tanto, una imagen poética agradable: como el público atontado tras el Maracanazo como “un pueblo tallado en piedra” (p. 49), o un jugador, Zizinho, “hecho de música”. (p. 53) Está muy bien un díptico de Pelé y Garrincha en 1958; y quizás el mejor texto sea “Pelé y los suburbios de Pelé”, una especie de crónica a la “Frank Sinatra has a cold” de Gay Talese pero con el manager de Pelé, publicado originalmente en Nosotros decimos no (1989). Me parece que está bien la idea de que el fútbol tiene que entrar de alguna manera en la Historia porque es una expresión cultural que toca muy fuerte la vida de millones. Pero si alguien quisiera leer sobre fútbol no le daría a leer esto sino, mucho antes, Crónicas canallas, de SantiagoLlach, o Fever Pitch, de Nick Hornby, entre otras cosas.


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