Leí Alias Grace, de Margaret Attwood (genia), novela en la que se reconstruye como obra de ficción un doble asesinato ocurrido a mitad de siglo XIX en Canadá. En la realidad y en la ficción, la protagonista, una empleada doméstica irlandesa de 16 años, es acusada y condenada (junto con el encargado de los establos James McDermott) por el asesinato de su patrón Thomas Kinnear y de su amante Nancy Montgomery.
La novela se
estructura a partir de las entrevistas que le hace a Grace en la prisión un
joven médico, Simon Jordan; Jordan se está especializando en salud mental y es
contratado por un comité que quiere que Grace, condenada a prisión perpetua,
sea perdonada. Cada parte de la novela comienza con textos históricos sobre el
caso y textos literarios de la época, para luego usar ya textos ficticios que
incluyen cartas de los distintos protagonistas, las narraciones de Grace al Dr.
Jordan, otras narraciones de Grace que no ocurren en esas entrevistas y
secciones en tercera persona (a veces más tercera primera que otras) siguiendo
al propio Jordan. Me recuerda a las distintas voces oficiales y personales que
usó Belén López Peiró en Por qué volvías cada verano. Ese uso de distintas
perspectivas subjetivas permite mantener en la ficción (como en la realidad) la
indefinición respecto de qué ocurrió realmente y de quién es realmente Grace:
una pobre inocente no muy inteligente e injustamente condenada; una mujer
malvada e hipersexualizada que llevó a McDermott a matar por ella; una
“histérica” en el sentido del siglo XIX, que atrae a los hombres pero rechaza
atemorizada el contacto sexual, o con otros problemas mentales (desde amnesia
hasta doble personalidad). Esa incógnita me mantuvo atrapado de principio a
fin, y cerca del fin Attwood confirma que esa era la idea al hacer decir a
Grace, respecto de otra cosa: “Es extraño saber que podés llevar dentro tuyo o
una vida o una muerte pero no saber cuál de ellas.” (p. 459)
Además de la
cuestión de la identidad, de quién es cada uno, de qué nos constituye como
personas individuales (si algo nos constituye como tal), Attwood ataca una gran
variedad de temas en la novela a modo de preguntas, nudos que deja ahí por si
uno quiere desanudar. Hay una pregunta sobre el género y el lugar de la mujer:
“algunos la llamaban la maldición de Eva pero ella pensaba que era estúpido, y
que la verdadera maldición era tener que aguantarse las tonterías de Adán,
quien apenas surgía algún problema le tiraba toda la culpa a ella.” (p. 164)
También sobre la culpabilidad y la inocencia, sobre la moral sexual, sobre la
relación entre los empleadores y el personal de servicio: “Ellos eran criaturas
débiles e ignorantes, aunque fueran ricos, y la mayoría de ellos no podían
prender un fuego ni aunque tuvieran los pies congelados, porque no sabían cómo,
y era sorprendente que pudieran sonarse las propias narices o limpiarse sus
propios traseros, eran por su naturaleza tan inservibles como un pito en un
cura”. (p. 158) Attwood usa los sueños de los personajes y a veces eso implica
dudar sobre vigilia y sueño, sobre qué es real y qué no; como dice Jordan, “mi
estudio de Grace Marks tuvo un giro tan desconcertante que me cuesta determinar
si yo mismo estaba despierto o dormido”. (p. 423)
Ligado con la
cuestión de la identidad - ¿quién es Grace? ¿quién es Jordan? - está la de la
memoria y el olvido. Al principio de la novela, Grace se pregunta sobre los álbumes
que hacen las jovencitas de la sociedad para ser recordadas: “No entiendo por
qué todas tienen tantas ganas de ser recordadas. ¿De qué les servirá? Hay
algunas cosas que todos deberían olvidar, de las que no debería volver a
hablarse jamás.” (p. 26) Más cerca del final, Jordan se pregunta si no “somos
también - predominantemente - lo que olvidamos.” (p. 406) Y esto se liga
también con lo que más me interesó de la novela, que es Grace como narradora.
En una carta, el Dr. Bannerling, que había atendido a Grace en el manicomio un
tiempo en que ella estuvo allí, le dice a Jordan: “haría bien en taparse los
oídos con cera, como Ulises obligó a hacer a sus marineros para escapar de las
Sirenas” (p. 71) Pero Grace no es una de las sirenas: Grace es Ulises. Grace es
quien viajó de Irlanda a América, quien sobrevivió a pesar de toda su historia
y quien luego la cuenta, como le conviene en cada caso y a cada interlocutor.
En un momento Grace recuerda una canción y dice: “Yo sé que la había recordado
mal (...) pero no veía por qué no podía hacer que saliera mejor; y mientras no
le dijera a nadie lo que estaba en mi mente, no había nadie para hacerme
responsable o para corregirme.” (p. 238) De la misma manera, la vemos acomodar
la historia que le narra a Jordan (y luego a Walsh) para mantener su interés:
“usted estaba tan interesado como el Sr. Walsh en saber sobre mis sufrimientos
y adversidades en la vida (...) Yo me daba cuenta cuando su interés amainaba,
porque su mirada se dispersaba; pero me daba gran alegría cada vez que yo
lograba sacar algo que le interesara.” (p. 457)
Esas historias nos
constituyen; como dice Grace: “hoy debo seguir con mi historia. O la historia
debe seguir conmigo, llevándome adentro de ella, en el camino que debe
recorrer, derecho hasta el final”. (p. 298) Grace parece decirnos que somos,
quizás, la historia que contamos sobre nosotros o las historias que contamos
sobre nosotros, lo que decidimos recordar y lo que decidimos olvidar.
Otras citas
“in this world you have to take your bits and ends of
kindness where you can find them, as they do not grow on trees.” (p. 129-130) “en este mundo hay
que tomar los pedacitos de amabilidad de donde los encuentres, porque no crecen
en los árboles.”
“The difference between a civilized man and a
barbarous fiend - a madman, say - lies, perhaps, merely in a thin veneer of
willed self-restraint.” (p.
142) “La diferencia entre un hombre civilizado y un malvado bárbaro – un loco,
digamos – yace, quizás, meramente en una fina capa de auto-control voluntario.”
“there are many dangerous things that may take place
in a bed. It is where we are born, and that is our first peril in life; and it
is where the women give birth, which is often their last. And it is where the
act takes place between men and women (...) and some call it love, and others
despair, or else merely an indignity which they must suffer through. And
finally beds are what we sleep in, and where we dream, and often where we die.”
(p. 161) “hay
muchas cosas peligrosas que ocurren en una cama. Es donde nacemos, y ese es
nuestro primer peligro en la vida; y es donde las mujeres dan a luz, que es
muchas veces su último. Y es donde ocurre el acto entre hombres y mujeres (...)
y algunos lo llaman amor, y otros desesperación, o meramente una indignidad que
deben sufrir. Y finalmente las camas son donde dormimos, y donde soñamos, y
muchas veces donde morimos.”
“It is alarming how quickly one descends into
squalor.” (p. 288) “Es
alarmante lo rápido que uno desciende a la mugre.”
“having a mistress (...) is worse than having a wife.
The responsibilities involved are wightier, more muddled.” (p. 363) “tener una amante (...)
es peor que tener una esposa. Las responsabilidades involucradas son más
pesadas, más embarulladas.”
Originales de las citas usadas
“It is strange to know you carry within yourself
either a life or a death, but do not know which one.” (p. 459)
“some called it Eve’s curse but she thought that was
stupid, and the real curse of Eve was having to put up with the nonsense of
Adam, who as soon as there was any trouble, blamed it all on her.” (p. 164 )
“They were feeble and ignorant creatures, although
rich, and most of them could not light a fire if their toes were freezing off,
because they didn’t know how, and it was a wonder they could blow their own
noses or wipe their own backsides, they were by their nature as useless as a
prick on a priest”. (p. 158)
“my study of Grace Marks took such an unsettling turn
at the last, that I can scarcely determine whether I myself was awake or
asleep.” (p. 423)
“I don’t know why they are all so eager to be
remembered. What good will it do them? There are some things that should be
forgotten by everybody, and never spoken of again.” (p. 26)
“‘Perhaps,’ says Simon, ‘we are also - preponderantly
- what we forget.’” (p. 406)
“you would do well to stop your ears with wax, as
Ulysses made his sailors do, to escape the Sirens” (p. 71)
“I knew I’d remembered it wrong, and the real song
said the pig was eat and Tom was beat, and the went howling down the street;
but I didn’t see why I shouldn’t make it come out in a better way; and as long
as I told no one of what was in my mind, there was no one to hold me to
account, or correct me”. (p. 238)
“you were as eager as Mr. Walsh us to hear about my
sufferings and my hardships in life (...) I could tell when your interest was
slacking, as your gaze would wander; but it gave me joy every time I managed to
come up with something that would interest you.” (p. 457)
“today I must go on with the story. Or the story must
go on with me, carrying me inside it, along the track it must travel, straight
to the end”. (p. 298)
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