lunes, 29 de noviembre de 2021

Desesperanza


Últimos apuntes sobre un curso que no hice, siguiendo este, este y este. Sobre un hombre, un artista, signado por la desesperanza. Un escritor judío que parece profetizar el holocausto (como si eso fuera posible) y el pesimismo radical que el holocausto impone sobre la naturaleza humana.

 

“A Report to an Academy”

Un hombre presenta un informe a una academia “sobre mi vida anterior como un simio”. Pero en realidad no dice nada de su vida como simio, sino que habla de su transformación hacia la humanidad y su consecuencia: la pérdida de libertad. Relata cómo fue capturado por la empresa Hagenbeck y cómo lo llevaron en barco encerrado dentro de una jaula frente a un armario, donde estaba muy incómodo; “en lo que a Hagenbeck respecta, el lugar de los simios es frente a un armario - bueno, entonces, tenía que dejar de ser un simio.” Parte de la tripulación se reunía cerca de la jaula, tomando y fumando. Y él comenzó a imitarlos, pero no en busca de la “libertad”, palabra que dice que deliberadamente elige no usar: “demasiado a menudo los hombres son traicionados por la palabra libertad. Y como la libertad se cuenta dentro de los sentimientos más sublimes, así la desilusión correspondiente también puede ser sublime.” (253)

Lo que buscaba no era la libertad, sino una salida. “Nadie me prometió que si me convertía en uno de ellos los barrotes de mi jaula serían quitados. Promesas de ese tipo para contingencias aparentemente imposibles no son dadas. Pero si uno logra lo imposible, más tarde la promesa aparece retrospectivamente precisamente allí donde antes uno las había buscado en vano.” El simio aprende a escupir, a fumar una pipa pero se le complica tomar schnapps, que le causaba rechazo. Un marinero lo ayuda, y cuando el simio no lo lograba el maestro “no se enojaba conmigo, él percibía que los dos estábamos peleando en el mismo bando contra la naturaleza de los simios y que yo tenía la tarea más difícil.” Un día logra no solo tomar un trago largo, tirando después la botella, sino hablar: “y con ese exabrupto hice mi ingreso a la comunidad humana”. “Lo repito: imitar a los seres humanos no me atraía; los imitaba porque necesitaba una salida, y por ninguna otra razón.”

Al llegar a Hamburgo, con su primer entrenador, ve que solo tiene dos alternativas: el zoológico o el teatro de variedad, y decide lo segundo porque lo primero “significa solo una nueva jaula“. De nuevo, no usa la palabra libertad; recordando a unos gimnastas en trapecios, el simio/hombre se ríe de la definición humana de “libertad”. Llegado a Hamburgo, entonces, se dedicó a aprender cosas, porque “uno aprende cuando tiene que hacerlo; uno aprende cuando necesita una salida; uno aprende a toda costa”. Y así vive, presentando sus funciones, yendo a banquetes y recepciones sociales o científicas, y al llegar a casa le espera “una chimpancé entrenada a medias, y yo me consuelo con ella como hacen los simios”, aunque de día no la puede soportar por su carácter semi-animal.

El cuento presenta múltiples interpretaciones. Primero, diría, es una reflexión sobre la naturaleza humana. El maestro, dice el hombre-simio, sabía que peleaba contra la naturaleza del simio, tratando de dotarlo de naturaleza de humano. ¿Y qué nos dice el simio, que no dice nada de su naturaleza de simio, sobre la naturaleza humana? El hombre es presentado como poca cosa; los marineros embrutecidos, los gimnastas que no representan la libertad; gracias a su esfuerzo logra “llegar al nivel cultural de un europeo promedio. Por sí mismo eso puede no ser nada especial, pero lo es en tanto me ha ayudado a salir de mi jaula y me ha abierto una salida especial para mí, el camino de la humanidad.” Y el camino de la humanidad es esa realidad limitada, sin libertad, atrapados en un cuerpo. El paso de simio a hombre es pérdida de libertad, porque un animal puede ser libre (salvo que se lo ponga en una jaula) pero un hombre no: “simio libre que era, me sometí a ese yugo”.

Segundo, una interpretación bastante sensata es la de los judíos asimilados, que para ser parte de la sociedad europea deben perder los valores de sus orígenes. Ampliamos la cita anterior: “Nunca podría haber logrado lo que logré si me hubiera fijado tercamente a aferrarme a mis orígenes (...) simio libre que era, me sometí a ese yugo. En venganza, sin embargo, mi memoria del pasado me ha cerrado sus puertas más y más”. Relacionado con esto, como el cazador Gracchus, el hombre/simio está entre dos mundos: ni del todo humano ni del todo simio, y no podría volver a ser simio. Lo cual, a su vez, podría ser también metáfora del artista, que no es del todo de este mundo: el simio del reporte parece así un primo de otro personaje enjaulado de Kafka, el de “Un artista del hambre”.

(Comentario al paso, no solo sobre el “Informe a la Academia”. Como en otros cuentos, hay aquí un humor especial, es en parte una sátira. A mí me costaba entender, ver el humor del que hablan algunos comentaristas. Es este humor no negro, sino existencial, del que habla muy bien David Forster Wallace en este documento, disponible enespañol acá.

 

“A Hunger Artist”

Da cuenta de un tiempo en el que había un arte o una profesión: la del ayuno, o el artista del ayuno, o artista del hambre. Era una actividad seguida por el público, que iba a ver al ayunante en su jaula. Como nadie podía verlo todo el tiempo, nadie podía estar plenamente satisfecho: el artista “era por lo tanto el único espectador que podía estar completamente satisfecho de su propio ayuno. Sin embargo por otras razones nunca estaba satisfecho”. Con el tiempo, el ayuno profesional deja de interesar, y nuestro artista (es “un artista”, no “el artista”) termina haciendo su presentación en un circo, pero allí también la gente se va olvidando de él. Finalmente lo descubre un supervisor. El artista del hambre dice que siempre quiso que admiraran su ayuno; el supervisor le dice que lo admiran, y el artista replica: “pero no deberían admirarlo” y cuando le preguntan por qué dice que no tiene alternativa: no lo puede evitar, dice, “porque no pude encontrar la comida que me gusta”.

Acá sí la interpretación más obvia me parece la del artista del hambre como un artista, como alguien que no puede evitar serlo aunque lo destruya física o emocionalmente; que está siempre insatisfecho con su obra, que nunca es suficiente; que desea la admiración pero nunca cree merecerla. Y sobre todo, alguien que no lo puede evitar; como le decía Kafka a Felice, “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy hecho.”

(Comentario menor, siguiendo con los comentaristas que se preguntan si Kafka no profetizó el holocausto, es imposible no pensar en el holocausto en la imagen del primer párrafo, cuando habla de los espectadores viendo al artista “maravillados por él, sentado allí, pálido en calzas negras, con sus costillas salidas prominentemente”.)

 

“The Married Couple”

Escrito en primera persona, el narrador dice que su negocio está mal y que por lo tanto hace visitas él mismo a clientes. Entonces, un día decide ir a visitar a N., con quien en una época tuvo “relaciones comerciales permanentes”. Un hombre mayor y enfermo, ya casi no va a la oficina, así que el narrador lo va a visitar a la casa. Llega y lo llevan a la habitación del hijo, que estaba enfermo, en cama. Al llegar a la habitación, se encuentra allí con un agente rival, el viejo N. y la mujer de N., que toma el abrigo del viejo y sale a guardarlo. El narrador decide hacer su presentación (y admite que fácilmente se deja llevar en esas situaciones) hasta que el hijo hace movimientos con su puño para que mire a su padre, que tiembla y luego se relaja, aparentemente muerto. El hijo (hace poco descripto como un hombre grande, de la misma edad que el narrador) se esconde debajo de sus sábanas; el rival no se mueve. El narrador piensa que le tiene que decir a la mujer de la muerte de N.; entonces la mujer regresa con ropa de abrigo para N. y dice “se ha quedado dormido” y al rato N. se despierta y se excusa por haberse dormido. El narrador aprovecha la primera oportunidad para irse. Saliendo, se encuentra con la esposa; el narrador le dice que le recuerda a su madre; y ella responde preguntándole cómo ha visto a su marido. El hombre sale, cansado, remarcando que las escaleras bajando le resultan más cansadoras que las de subida y que aunque estas visitas comerciales son muy cansadoras debe seguir haciéndolas.

Mi lectura directa enmarcaría el cuento en el existencialismo (con toques mágicos): la vida como una sucesión de pasos absurdos, sin mucho sentido, con la muerte (también sin sentido) acechando. Pero claro, el cuento se llama “The Married Couple”, la pareja casada, y no digo mucho de la esposa abnegada. Poniendo la mirada ahí pienso, por un lado, en una mirada biográfica, donde el padre de Kafka era todo y la madre y todos los demás satélites de él. (El narrador le dice a la señora que le recuerda a la madre.) Pero vuelvo a algo absurdo de ese servicio de la esposa, de esa abnegación: el paralelo del comerciante no es solo el hijo en cama sino también la esposa abnegada, que hace sus tareas esperando, también, la muerte.

 

“Josephine the Singer, or the Mouse Folk”

Es un relato sobre la extraña relación entre Josefina y el pueblo de los ratones, donde nada es claro, ni siquiera si ella realmente canta o si silba, ni sobre la naturaleza del pueblo de los ratones: solo se usa la palabra ratón dos veces, en el título y en la expresión “quiet as a mouse”, silencioso como un ratón (que en alemán, veo, es “mäuschenstill”, still as a mouse; cuando sea grande voy a aprender alemán).

En la segunda oración el pueblo es llamado una “raza”. Luego se dice que el pueblo “está casi siempre escapando y corriendo de acá para allá” y más adelante se dice que “tenemos que vivir en dispersión”, a un paso de decir diáspora. Como si no fuera suficiente para pensar que el pueblo es el judío, aparecen también tonos religiosos: Josefina y su público son descriptos como un pastor y un rebaño, y a veces ella intenta presentarse como “la salvadora de nuestro pueblo”. El pueblo no es musical y Josefina no parece ser demasiado buena cantando (o silbando) pero ella lo representa: “el silbido agudo de Josefina en medio de graves decisiones es casi como la precaria existencia de nuestro pueblo en medio del tumulto de un mundo hostil”. A pesar de esta representación, de que Josefina representa de alguna manera al pueblo, el pueblo no entiende ni a Josefina ni a su arte. Y ella no solo quiere ser sostenida económicamente: “lo que ella quiere es un reconocimiento público, sin ambigüedad y permanente de su arte”, lo que “la elude persistentemente”. Y como la elude ella empieza a retacear su arte, y el pueblo comienza a olvidarse de ella. “Es curioso lo equivocada que está en sus cálculos, una criatura tan inteligente, tan equivocada que uno podría pensar que no ha hecho cálculos de ningún tipo sino que solamente es llevada por su destino, que en nuestro mundo no puede ser otro que uno infeliz.”

De nuevo, las dos interpretaciones más obvias son las relacionadas con el judaísmo y la del artista. El artista incomprendido, que nunca recibe del otro lado lo que realmente (cree que) merece, como el artista del hambre, destinado a ser olvidado. Del otro lado, la mirada más obvia es una nueva crítica de Kafka a la asimilación; decir que el pueblo “se había olvidado de cómo cantar” es decir que había abandonado su religión y tradición. Recordemos que la familia de Kafka era poco practicante y que, en sus últimos años, Kafka se acercó a la religión y al sionismo. Este cuento, escrito hacia el final de la vida, aparece así como una crítica a la asimilación (y al padre). Pero Josefina por momentos parece más que un rabino, que un pastor; parece un mesías, “la salvadora de nuestro pueblo”. Y el hecho de que sea olvidada, de que el pueblo no la reconozca como su salvadora - ¿había una película en la que Jesús volvía a la tierra y nadie le daba bola, ¿no? - también admite múltiples interpretaciones. Puede ser una crítica al pueblo judío, claro. Pero también algo más grande: emparentados en la falta de reconocimiento, el mesías y el artista son representantes del hombre, del individuo, arrojado frente a la estructura social. (Recordemos el título: Josefina y el pueblo). Y en esa relación, el individuo está condenado; el destino no puede ser sino infeliz, nada tiene sentido, nada significativo es posible.

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