Leí
Kafka’s World, editado por J. P.
Stern, un conjunto de textos (ciertamente dispares) sobre la vida y obra de Franz Kafka, y acá va mi apunte de lectura, más incompleto y deshilachado que de costumbre.
Primero:
el torturado. La palabra que aparece una y otra vez en el libro, el leitmotif, es “torment”, tormento o
tortura. Kafka como persona y escritor está marcado por la tortura: un padre
tortuoso, una vida familiar tortuosa (sus dos hermanos mayores mueren en la
infancia, él de tuberculosis a los 40, sus tres hermanas en campos de
exterminio); relaciones tortuosas con mujeres, en las que tortura y se tortura
a sí mismo; y una obra repleta de la tortura de la existencia. En “A Normal
Enough Dog: Kafka and the Office”, Roy Fuller rechaza la visión de Max Brod de
que la obra de Kafka perdió mucho por sus años de trabajo burocrático; su
tormento iba más allá de la oficina: “como su empleo, su salud era más una
contraparte que una enemiga de su vida creativa. La lucha de Kafka no era
apenas con su empleo, su salud o las costumbres burguesas sino con la propia
existencia: el resultado inevitable del pasaje a ser de su cuerpo”. (p. 195)
Segundo,
el artista torturado. Kafka representa la imagen del artista torturado, el que
se tira al río expulsado en “La condena”, el bicho raro de “La metamorfosis”.
En una carta a Felice Bauer, con quien se comprometió dos veces y nunca se
casó, dice: “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy
hecho.” (p. 19) Los tópicos kafkianos más habituales son la culpa, el castigo,
el encierro, el aislamiento, la alienación. Esa tortura, esa angustia
existencial, es parte del espíritu de los tiempos (puntos cinco y seis), pero
también es, eminentemente, personal, subjetiva, única. Dice Idris Parry en “A
Path in Autumn”: “Kafka tiene razón. Él es único. No hay generalizaciones ni en
la vida ni en el arte, solo el hecho especial al que se presiente cargado de
importancia” (p. 229-230).
Tercero:
¿de qué barrio sos, Kafka? En “Kafka’s Prague”, F. W. Carter habla de una
ciudad en pleno crecimiento, dividida entre checos, alemanes y judíos (que eran
parte del mundo alemán). En “The Rise and Fall of the Jewish-German Symbiosis: The Case of
Franz Kafka”, Felix Weltsch abunda sobre esto: antes de la guerra, había una
simbiosis entre judíos y alemanes en Praga. “Esta alianza era tan estrecha que
los judíos no se sentían de ningún modo aliados sino que simplemente se identificaban
con los alemanes.” (p. 48) ¿Es Kafka un escritor judío? ¿Es plenamente aceptado
por el canon alemán? Checo no es.
Cuarto:
Kafka, el creador del realismo mágico. Dice Johannes Urzidil en “Two
Recollections”, hablando del golem: “La magia es el realismo llevado a un
extremo abstracto. Animales hablan. Materia inerte salta a la vida. Hombre
deviene insecto. No hay básicamente nada nuevo en esto; es la milenaria
realidad y sabiduría de los cuentos de hadas y las parábolas.” (p. 67) ¿Pero es
así? Hay algo distinto, creo yo, en que son en todo caso las parábolas y los
cuentos mágicos de la modernidad. (Para un ensayo que no voy a escribir: Kafka es
a los cuentos de hadas lo que la libertad de los modernos es a la libertad de
los antiguos.)
Cinco:
Kafka el visionario. En “Challenges and Protests”, J. P. Stern trae un
comentario de Georg Lukács que incluye a Kafka claramente en el campo del
realismo, la expresión del hombre oprimido por estructuras sociales: “El mundo
del capitalismo moderno, visto como una forma del infierno en la tierra, y la
impotencia de toda empresa humana frente al poder ejercido por ese mundo: ese
es el material del que está hecha la ficción de Kafka.” (p. 182) ¿Profecía de
lo que vendrá, del nazismo y el holocausto, o culpa atávica? Erich Heller,
“Investigations of a Dog and Other Matters”: “¿Fue la de Kafka una visión
profética? ¿O es la culpa desconocida de sus hombres culpables una metáfora
mundana del pecado original, de hecho, de la Caída del Hombre?” (p. 104) La
pregunta podría formularse así: ¿es un judío pre-holocausto o post-holocausto? Walter
H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s Writing”, parece ir por el lado de lo
profético; Kafka recogiendo lo que había allí de malestar en la cultura, con
perdón de los freudianos: de hecho, Sokel describe la naturalización que hace
la familia Samsa de la metamorfosis de Gregor como una “banalidad del mal” (p.
150), que es la expresión que usa Hannah Arendt para describir a Eichmann en Jerusalem. J. P. Stern, “Challenges and Protests”, trae dos comentarios más en esa
línea; uno de Walter Banjamin: “el mundo de Kafka (...) es el complemento
exacto de su era, que está preparándose para despachar a habitantes de este
planeta en una escala considerable” (p. 177). Y otro de Bertold Brecht: “un
escritor profético con apenas un tema único (...) Es el asombro de una persona
que es consciente de que enormes turbulencias de todas las relaciones son
inminentes, y que sin embargo no es capaz de ajustarse al nuevo orden” (p. 180)
Sexto:
Kafka como escritor freudiano. Walter H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s
Writing”: “Kafka presentó en términos ficcionales la imagen del hombre tal como
la concebía Freud” (p. 145). “Lo que el psicoanálisis freudiano diagnosticaba
como ‘neurosis’ era para Kafka angustia espiritual o existencial, inseparable
de todo el ser de quien la sufría.” (p. 146-7) Así se interpreta “La
metamorfosis”: Gregor tenía el deseo de escaparse del trabajo al que estaba
obligado por las convenciones sociales; reprime ese deseo, que termina
manifestándose en un fallido descomunal, por el que se convierte en insecto;
así cumple el deseo prohibido de dejar de trabajar y es a la vez castigado por
hacerlo. Y en “La Condena” “un deseo de muerte dirigido al padre puede ser
disfrazado como un ataque del padre al hijo” (p. 156)
Séptimo:
Kafka, el inventor de la tercera primera. Martin Walser, “On Kafka’s Novels”,
destaca el uso de la tercera persona sin un narrador visible pero sin
distanciarse del “héroe”; así, Kafka nos hace vivir lo que vive K. pero sin que
sea primera persona, y todo es subjetivo e interpretable. ¿Inventó la tercera
primera? No tengo ni idea, pero que hay algo especial ahí no hay duda.
Octavo:
Kafka podría haber enseñado hebreo en Newark. En “‘I always wanted you to
admire my fasting’, or Looking at Kafka”, Philip Roth trae un díptico. En la
primera parte, se pregunta si, de haber sobrevivido a la tuberculosis, Kafka
podría haberse escapado del holocausto. Roth parece ver en sus últimos meses,
cuando finalmente sale de la prisión de Praga y de la familia de origen y vive en
Berlín con Dora Dymant, quien le enseña hebreo, esa posibilidad. En la segunda
parte, Roth hace un breve cuento en el que Kafka es el profesor de hebreo de un
joven Roth; Kafka corteja a su tía Rhoda, está a punto de casarse pero finalmente
no logra hacerlo (como cayeron todos los compromisos del Kafka real).
Originales
de las citas
”like his job, his health was more a counterpart than
an enemy to his creative life. Kafka’s struggle was not just with his job, his
illnesses, bourgeois customs, but with existence itself - the inevitable result
of the coming into being of his body”. (p. 195)
“I don’t have ‘literary interests’: literature is what
I’m made of”. (p. 19)
“This alliance was so close that the Jews did not feel
themselves to be allies at all but simply identified themselves with the
Germans.” (p. 48)
“The world of modern capitalism, seen as a form of hell
on earth, and the helplessness of all human endeavor in the face of the power
wielded by that world: such is the stuff of which Kafka’s fiction is made”. (p.
182)
“Was Kafka’s a prophetic vision? Or is the unknown
guilt of his guilty men a mundane metaphor for original sin, in fact; for the
Fall of Man?” (p. 104)
“Kafka’s world (...) is the exact complement of his
era which is preparing to do away with the inhabitants of this planet on a
considerable scale”. (p. 177)
“a prophetic
writer with but a single theme (...) It is the astonishment of a person who is
aware that enormous upheavals in all relationships are imminent, and yet is
incapable of adjusting to the new order” (p. 180)
“Kafka presented in fictional terms the image of man
as conceived by Freud.” (p. 145)
“What Freudian psychoanalysis diagnosed as ‘neurosis’
was for Kafka a spiritual or existential anguish, inseparable from the whole
being of the one who suffered it.” (p. 146-7)
“a death wish
directed at one’s father may be disguised as the father’s assault upon the son”
(p. 156)
“Kafka is right. He is unique. There are no
generalizations in life or in art, only the special event sensed to have
significance.” (p. 229-230)
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