lunes, 12 de septiembre de 2022

Recuerdo

 



Leí Varia imaginación, de Sylvia Molloy.

Leí Varia imaginación, de Sylvia Molloy, y al terminar fui a Twitter, puse una foto del libro y un texto con un análisis muy erudito: puse “guau”.

La primera oración del libro: “En vísperas de partir a Buenos Aires, me llega la noticia de que la casa de mis padres ya no está” (p. 9). La última oración del libro: “Estoy en Buenos Aires, me digo, estoy en casa de mis padres. No, no me he ido. Está refrescando, mejor que entre” (p. 73).

En el medio: una conciencia que va y viene, yendo del presente al pasado y por geografías varias; una memoria en ejercicio permanente, hurgando recuerdos, una imaginación que los trabaja. Algunos temas que se repiten: abusos; homosexualidad; nazis, en Europa y en Argentina; judíos y antisemitismo, en Europa y en Argentina; estar y no estar en una geografía, en un pasado emocional, en una familia, en Buenos Aires; estar y ser en distintos idiomas. Pero, sobre todo, se repite el verbo “recordar”, a veces conjugado con un “no” delante, pero siempre poniendo en juego la memoria.

Son los temas de Molloy, como lo que leí en Desarticulaciones, en en breve cárcel, en El común olvido. Molloy es siempre Molloy, no cambia nada; está siempre escrito maravillosamente. Pero leí este libro en un momento muy especial, lo que me llevó a pensar que los libros se pueden leer de manera muy distinta según el momento del lector. Molloy puede ser siempre ella, pero nunca leemos el mismo libro dos veces, porque nuevas aguas corren sobre nosotros, como diría Heráclito.

Leí Varia imaginación poco después de la muerte de Molloy. Cerré el libro, con ese estar en Buenos Aires, en casa de sus padres, y pensé es el libro de su muerte, de volver menos a casa de los padres que a la casa del padre. Pero el libro se publicó en 2003, casi veinte años antes de la muerte de Molloy.

Leí Varia imaginación poco tiempo después de volver a Buenos Aires tras un año y medio afuera y pienso que es un libro sobre el exilio, sobre irse, sobre no poder irse. Sobre el pánico del emigrado de sentir que puede desaparecer el pasado anclado en una geografía y en una memoria, que la memoria se puede esfumar como la foto de Marty McFly en Volver al futuro. Quizás es el libro de mi regreso, pienso, como si el libro de Molloy hubiera sido escrito para mí; el libro me habla a mí. Qué maravilla sentir eso, esa comunión con un libro.

Así que sí, como decía en Twitter: guau. Que en paz descanses, Sylvia Molloy. Gracias por todo lo que nos diste. Tu memoria vivirá en quienes te sigamos leyendo.

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