lunes, 14 de abril de 2025

Adiós, Mario

Hasta 2005 no leía “latinoamericanos”. Tenía un prejuicio contra el “realismo mágico” y sólo había leído Náufrago de Gabriel García Márquez y no había pasado de los primeros capítulos de Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa. Hasta 2005, además, leía poca ficción; desde que salí del secundario y hasta que defendí mi tesis de Maestría en aquel año, había concentrado la mayor parte de mi tiempo de lecturas en ciencias sociales e historia. Cuando entregué y defendí la tesis me juré no agarrar un libro de no ficción nunca más en mi vida.

Por supuesto que no cumplí con la conjura hiperbólica, pero sí empecé a leer ficción como nunca antes. Y al principio me dije que me debía leer a los latinoamericanos, a ver si quizás no era yo el gallego contramano en Libertador. Lo era, claro. García Márquez me volvió loco por la fluidez de su prosa, porque era miel líquida, porque yo no sabía que se podía escribir así, no sabía que la prosa podía ser poesía. Pero cuando se pone mágico el colombiano me aleja, y esas historias melodramáticas a veces también.

Vargas Llosa, en cambio… Quizás lo que más me gusta de Vargas Llosa es que junta dos de mis grandes intereses en la vida: la literatura y la política. De sus libros, los que más disfruté tienen un componente bien político: más obvio en La guerra del fin del mundo, Conversación en La Catedral y, claro, en La fiesta del Chivo; un poco más indirecto en La ciudad y los perros y Pantaleón y las visitadoras.

Hace años que no leo a Vargas Llosa, y es verdad que sus últimos libros están muy lejos de esos cinco, pero qué librazos que son esos cinco. A todos esos los leí antes de tener este blog, por lo cual carezco de mis notas, de mi memoria extraíble, de mi disco externo para recordar bien qué me parecieron en aquel momento. La fiesta del Chivo es un thriller político espectacular, pero escrito como debe escribirse. De La ciudad y los perros recuerdo esa sensación de violencia latente, de masculinidad física, de crudeza sorprendente. Pantaleón y las visitadoras y La guerra del fin del mundo son dos miradas geniales a esta locura que es América Latina, desde la selva y la corrupción hasta el fanatismo y los movimientos populares. Pero Conversación en la CatedralConversación es uno de los libros más inteligentes y bellos y tristes que recuerdo, un libro que piensa un país en relación con un grupo de personas y sus vínculos, o esas personas y vínculos con relación a un país. Es el tipo de libro que me hubiera gustado escribir para Argentina y que, quizás, ya ha sido escrito por Pedro Mairal con El año del desierto.

Adiós, Mario, y gracias. Algo me dice que pronto volveré a agarrar alguno de esos cinco libros, que van a quedar por siempre.

1 comentario:

  1. “La casa verde” me gustó mucho pero claramente sus últimas novelas no alcanzaron a sus primeras obras. El estilo de Pantaleon es un logro fantástico!

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