Leí Who Do You Think You Are?, de Alice
Munro, escritora canadiense ganadora del Premio Nobel (2013) y recientemente
puesta al borde de la cancelación al conocerse, después de su muerte en 2024,
de que su pareja había abusado de su hija. De Munro, genia, leí Too Much Happiness,
Runaway,
Dance
of the Happy Shades, Hateship,
friendship, loveship, marriage y Something
I’ve Been Beaning to Tell You. Siempre me gustó Munro, siempre volví
por más.
Who Do You Think You Are? es una colección de cuentos que también puede ser leída como una
novela. De hecho, yo elijo leerla como una novela, algo más que una Bildungsroman
de Rose, el personaje principal, que nace en un pueblito de Ontario y logra irse,
pero nunca logra irse del todo. La infancia es violencia (incluyendo del padre)
y peligro. “Pero no era tremendamente triste (…) Aprender a sobrevivir, sin que
importe con cuanta cobardía o precaución, con cuanto estupor y cuántas
premoniciones, no es lo mismo que ser triste. Es demasiado interesante” (p.
34).
La niñez y la adolescencia, con un padre que
ejercía violencia y una madrastra dura (Flo), con una escuela llena de
peligros, y un abuso sexual en un tren, es también cuando bajaban estereotipos
de género muy claros: “Flo era su idea de lo que debía ser una mujer. Rose lo
sabía, y hasta él [el padre] lo había dicho a menudo. Una mujer debería ser
energética, práctica, inteligente para hacer y ahorrar; debería ser astuta,
buena regateando y dando órdenes y viendo más allá de las pretensiones de las
personas. Al mismo tiempo debería ser intelectualmente ingenua, infantil,
despreciar mapas y palabras largas y todo lo que esté en los libros, llena de ideas
encantadoras y confusas, de supersticiones y de creencias tradicionales” (p.
56).
Rose logra irse del pueblo, gracias a una beca
para la universidad, donde los estereotipos continúan. “A Rose le pareció ver
cuatro o cinco chicas del mismo tipo encorvado y de señora de la chica que
estaba a su lado, y varios chicos de ojos brillantes con caras de bebés
presumidos. La regla parecía ser que las chicas con becas se vieran de unos
cuarenta y los chicos de más o menos doce” (p. 88). Vive en lo de una profesora
que la anima a concentrarse en los estudios y evitar a los varones, pero Rose
se encuentra con Patrick y descubre el sexo. Se casa con Patrick, que es rico;
en su casa: “El tamaño era lo que se veía en todos lados, y especialmente el
grosor. El groso de las toallas y las alfombras y las asas de los cuchillos y
los tenedores, y de los silencios” (p. 103).
Rose (y Munro) descubren la “interseccionalidad”,
tan de moda hace unos años (el libro es de 1978), en este caso entre género y clase. Ser mujer y pobre es
distinto. “La pobreza en las chicas no es atractiva salvo que la combines con
ser una putita dulce, o con estupidez. Ser inteligente no es atractivo salvo
que lo combines con algunas muestras de elegancia; clase.” (p. 88). Pero Rose
descubre que en una familia de ricos puede haber incluso más maldad que en su
infancia. “Nunca había imaginado que podía haber tanta verdadera maldad en un
solo lugar. Billy Pope era un intolerante y un gruñón, Flo era caprichosa,
injusta y chismosa, su padre, cuando vivía, había sido capaz de juicios fríos y
una desaprobación implacable; pero comparada con la familia de Patrick, la
gente de Rose parecía jovial y contenta” (p. 106).
El matrimonio con Patrick fue un desastre, con
ocasionales momentos de violencia, de ambos lados del mostrador, con una hija a
quien Rose no le prestó demasiada atención. Y después de eso Rose logró hacerse
una carrera, no del todo exitosa, no del todo desastrosa, como actriz y
presentadora de televisión y dando clases en universidades. Siguió, mientras
estaba casada y después, buscando hombres, unas veces con más éxito que otras. Hacia
el final del libro, más grande, quizás alrededor de los cuarenta, en ese limbo
de carrera y falta de vínculos fuertes y sanos, Rose se pregunta: “Sí parecía
que las vidas de las personas tenían más desesperación que antes, ¿y qué puede
ser más desesperante que una mujer de la edad de Rosa, sentada toda la noche en
su cocina oscura esperando por su amante? Y esta era una situación que ella
misma había creado, lo había hecho todo ella, parecía que ella nunca aprendía
las lecciones” (p. 206).
El libro termina con Rose de vuelta en el
pueblo, cuidando a su madrastra, que le vuelve a preguntar quién se cree que
es, por sus pretensiones (bastante modestas sin duda) de ser más que ese
pueblo. Se encuentra con un amigo del secundario a quien nunca más había visto
y se da cuenta de que “Todo lo que había hecho podía a veces verse como un
error” (p. 255), que es algo que tantos podemos pensar pasada cierta edad.
Quizás ahí, en ese preciso momento, y no con los golpes del padre ni con la
mano del pastor en el tren ni cuando empezó a disfrutar del sexo con Patrick ni
con el adulterio la maternidad la universidad u otro momento sino quizás ahí,
en ese preciso instante donde piensa que todo puede haber sido o no un error
quizás ahí Rose se convirtió en mujer, aun cuando quizás sin saber todavía o quizás por darse cuenta de que nunca puede saber exactamente quién es.
“But she was not
miserable, except in the matter of not being able to go to the toilet. Learning
to survive, no matter with what cravenness and caution, what shocks and
forebodings, is not the same as being miserable. It is too interesting.” (p.
34)
“Flo was his idea of
what a woman ought to be. Rose knew that, and indeed he often said it. A woman
ought to be energetic, practical, clever at making and saving; she ought to be
shrewd, good at bargaining and bossing and seeing through people’s pretensions.
At the same time she should be naive intellectually, childlike, contemptuous of
maps and long words and anything in books, full of charming jumbled notions,
superstitions, traditional beliefs.” (p. 56)
“It seemed to Rose
that she saw four or five girls of the same stooped and matronly type as the
girl who was beside her, and several bright-eyed, self-satisfied
babyish-looking boys. It seemed to be the rule that girl scholarship winners
looked about forty and boys about twelve.” (p. 88)
“Size was noticeable
everywhere and particularly thickness. Thickness of towels and rugs and handles
of knives and forks, and silences.” (p. 103)
“Boys could get away
with that, barely. For girls it was fatal. Poverty in girls is not attractive
unless combined with sweet sluttishness, stupidity. Braininess is not
attractive unless combined with some signs of elegance; class. Was this true,
and was she foolish enough to care? It was; she was.” (p. 88)
“She had never
imagined so much true malevolence collected in one place. Billy Pope was a
bigot and a grumbler, Flo was capricious, unjust, and gossipy, her father, when
he was alive, had been capable of cold judgments and unremitting disapproval;
but compared to Patrick’s family, all Rose’s own people seemed jovial and
content.” (p. 106)
“People’s lives were
surely more desperate than they used to be, and what could be more desperate
than a woman of Rose’s age, sitting up all night in her dark kitchen waiting
for her lover? And this was a situation she had created, she had done it all
herself, it seemed she never learned any lessons at all.” (p. 206)
“Everything she had
done could sometimes be seen as a mistake. She had never felt this more
strongly than when she was talking to Ralph Gillespie, but when she thought
about him afterward her mistakes appeared unimportant”. (p. 255)
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