viernes, 9 de septiembre de 2011

Mañana en el Abasto

El martes tuve una reunión cerca del Abasto. Llegué en Subte, línea B, y como cada vez que estoy por ahí, canto “Mañana en el Abasto”. Pongan play y seguimos.


¿Qué tiene la canción? La música es nada. Un acompañamiento rítmico pero muy básico a un tipo que canta, hay que decirlo, bastante mal (si no me creen, escuchen de vuelta hacia el final el “Subte línea B”). ¿La letra? La letra tiene la gran fortaleza de mostrarnos cosas (tomates podridos) y sobre todo personajes: la chica que pasa con temor ante el pelado con anteojos y campera; el hombre sentado ahí con su botella de Resero; José Luis y su novia y Sergio en el bar de la estación Carlos Gardel. Rima no hay. Métrica inexistente. Por supuesto esto no importa para un poema moderno pero genera muchas complicaciones para cantarla como en “las lentas son para el sol” o en “se besan ahí en el Abasto” o cuando obliga a pronunciar “arbóles” acentuando la “o”.
Pero esto es arte. No hay duda de que esto es arte y de que esto es bueno. Nos lleva ahí. Nos habla. De nuestra ciudad. De personas que viven y sienten en esta ciudad. Hoy, hace 30 años. Dentro de 50 más. Arte. Expresión de humanidad hasta en ambientes inhumanos.

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