viernes, 4 de enero de 2013

Loquillos

Este cronista llega a Nueva York y toma trenes y subtes, como para sentirse en casa, en el de 7:50. La gran diferencia es la cantidad y calidad de los loquillos. El primero me tocó bien rápido, en Jamaica Station, la estación que te lleva desde el aeropuerto a la ciudad. El pibe se sentó al lado mío en el andén y empezó a dibujar a una chica. Además, lo hacía de manera tal que los demás viéramos; como gozando que lo vieran dibujar. Los dibujos no eran muy buenos, debo decir. Ya en el tren, nos sentamos enfrentados y el tipo seguía dibujando gente. Le dedicaba 5 o 10 minutos a cada uno y pasaba al próximo. A la señora que se ve a la derecha no le gustaba nada. Yo saqué la BlackBerry para sacarle una foto y el tipo se dio cuenta; empezó a mirar adelante; no le gustó, parece. Lo peor del caso es que cuando apreté el botón el flash estaba prendido, así que el tipo se recontra avivó; se levantó y vino para mi lado como para ver qué había fotografiado; yo me hice el gil, me puse a ver fotos de mis hijas, y el tipo se fue para la parte de atrás del andén. Parece que no le gustó que alguien hiciera lo mismo que él: retratar a un extraño en un tren. La señora se vino para mi lado y empezó a decirle a la chica que estaba sentada al lado mío: "te das cuenta, el tipo dibujando extraños sin pedir permiso". Yo le regalé una sonrisita cómplice, como diciendo "viste que le saqué la foto y dejó de joder, ¿no?", haciéndome el defensor de Queens. Quizás loquillo pensó que yo soy otro loquillo más de Nueva York. Quizás la señora pensó que yo soy otro loquillo más de Nueva York. 

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