lunes, 2 de septiembre de 2013

Prejuicios


Mi lectura de Miami. Turistas, colonos y aventureros en laúltima frontera de América Latina, de Hernán Iglesias Illa, es un cruce de prejuicios. Hernán arranca el libro admitiendo el suyo: "yo me había acercado a Miami creyéndome culturalmente más sofisticado. Y (...) terminé dándome cuenta de que, aunque podía tener razón (...) no sabía si servía para algo o si era algo de lo que valiera la pena ponerse a fanfarronear o sentirse orgulloso." Como Hernán, yo tenía también un prejuicio contra Miami (el de Hernán era más progre, el mío más conservador). Pero yo tenía un prejuicio más: hasta hace poco me había resistido a leer Miami... prejuzgándolo: suponiendo que sería la crítica progre de la superficialidad de esa ciudad. Nada de eso: ni la realidad de Miami se condice plenamente con la imagen obvia de ciudad superficial, de shopping, frivolidad, playa y cirugías estéticas, ni el libro presentaba esa visión.
El libro es más una biografía que una historia de la ciudad. En un texto tejido a partir de casos particulares, de entrevistas, de historias de vida que son parte de la gran historia de la ciudad, Hernán convierte a la ciudad en un ser viviente y que siente y genera sentimientos. Hacia el final del libro, habla de un "cariño repentino" que siente por Miami y confiesa que hubo "momentos en los que me enojé con ella, por caprichosa, frívola y materialista. Y hubo otros momentos en los que tuve ganas de sacudirla y despertarla (...) Y hubo otros momentos en los que me ha parecido entrañable e ingenuamente encantadora, con una energía y un entusiasmo contagiosos y auténticos. Casi como una hija adolescente, un día frustrante y testaruda y al otro día maravillosa y sorprendente." En este sentido, el libro no es sólo para quienes tengan particular interés en esa ciudad; vale la pena ver cómo se construye un texto así, cómo se puede de alguna manera describir la personalidad, casi diría el alma, de una ciudad.
La historia también está; es lindo ver cómo se sedimentan las migraciones: los gringos primero, los judíos del norte que van y vienen, los cubanos y, finalmente, los sudamericanos (venezolanos, colombianos, argentinos) en las últimas décadas. Si existe algo así como una "Latinoamérica", si existe fuera de la comodidad gringa para englobar todo lo que queda al sur de ellos, eso parece ser Miami. Como dice un artículo citado por Hernán: "Miami es probablemente la única ciudad de las Américas donde una identidad latina es realmente posible". Así y todo, es una ciudad notablemente americana en sentido amplio: es una ciudad del nuevo mundo, "una ciudad que está siempre a medio hacer, atada con alambre" y una ciudad de inmigrantes, de gente que está de paso: "Para el millón de latinoamericanos que en los últimos 15 años han llegado a Miami en silencio, acomodándose de a poco en los suburbios del oeste y trepando de a poco en su cadena alimentaria, Miami es también una aventura, pero una aventura conservadora, en la que familias enteras arriesgan todo para no tener que arriesgar nunca más."
El libro tiene, además, futuro. Esa gente nueva construyó una ciudad distinta, vibrante, cuya realidad es muy lejana a la de mera superficialidad y frivolidad aunque esas características estén en el centro de su especialización en industrias creativas. Para Hernán, hay en eso algo del futuro: "el mundo se parecerá cada vez más a Miami y Miami será cada vez más una versión en miniatura de lo mejor del mundo: será una sociedad multiétnica, multilingüe y tolerante, cada vez más dedicada a las industrias creativas regionales o globales —Internet, arte, diseño, televisión— y con una nueva atmósfera cultural más serena, menos obsesionada con el lujo, más satisfecha con sus habitantes y consigo misma, sin la necesidad de estar todo el tiempo corriendo a toda velocidad."
Lejos de los prejuicios sobre ella, y una ciudad desprejuiciada ella misma.

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