Mi lectura de Miami. Turistas, colonos y aventureros en laúltima frontera de América Latina, de Hernán Iglesias Illa, es un cruce de
prejuicios. Hernán arranca el libro admitiendo el suyo: "yo me había
acercado a Miami creyéndome culturalmente más sofisticado. Y (...) terminé
dándome cuenta de que, aunque podía tener razón (...) no sabía si servía para
algo o si era algo de lo que valiera la pena ponerse a fanfarronear o sentirse
orgulloso." Como Hernán, yo tenía también un prejuicio contra Miami (el de
Hernán era más progre, el mío más conservador). Pero yo tenía un prejuicio más:
hasta hace poco me había resistido a leer Miami...
prejuzgándolo: suponiendo que sería la crítica progre de la superficialidad de
esa ciudad. Nada de eso: ni la realidad de Miami se condice plenamente con la
imagen obvia de ciudad superficial, de shopping, frivolidad, playa y cirugías
estéticas, ni el libro presentaba esa visión.
El libro es más una biografía que
una historia de la ciudad. En un texto tejido a partir de casos particulares,
de entrevistas, de historias de vida que son parte de la gran historia de la
ciudad, Hernán convierte a la ciudad en un ser viviente y que siente y genera
sentimientos. Hacia el final del libro, habla de un "cariño repentino"
que siente por Miami y confiesa que hubo "momentos en los que me enojé con
ella, por caprichosa, frívola y materialista. Y hubo otros momentos en los que
tuve ganas de sacudirla y despertarla (...) Y hubo otros momentos en los que me
ha parecido entrañable e ingenuamente encantadora, con una energía y un
entusiasmo contagiosos y auténticos. Casi como una hija adolescente, un día
frustrante y testaruda y al otro día maravillosa y sorprendente." En este
sentido, el libro no es sólo para quienes tengan particular interés en esa ciudad;
vale la pena ver cómo se construye un texto así, cómo se puede de alguna manera
describir la personalidad, casi diría el alma, de una ciudad.
La historia también está; es
lindo ver cómo se sedimentan las migraciones: los gringos primero, los
judíos del norte que van y vienen, los cubanos y, finalmente, los sudamericanos
(venezolanos, colombianos, argentinos) en las últimas décadas. Si existe algo
así como una "Latinoamérica", si existe fuera de la comodidad gringa
para englobar todo lo que queda al sur de ellos, eso parece ser Miami. Como dice
un artículo citado por Hernán: "Miami es probablemente la única ciudad de
las Américas donde una identidad latina es realmente posible". Así y todo,
es una ciudad notablemente americana en sentido amplio: es una ciudad del nuevo
mundo, "una ciudad que está siempre a medio hacer, atada con alambre"
y una ciudad de inmigrantes, de gente que está de paso: "Para el millón de
latinoamericanos que en los últimos 15 años han llegado a Miami en silencio,
acomodándose de a poco en los suburbios del oeste y trepando de a poco en su
cadena alimentaria, Miami es también una aventura, pero una aventura
conservadora, en la que familias enteras arriesgan todo para no tener que
arriesgar nunca más."
El libro tiene, además, futuro.
Esa gente nueva construyó una ciudad distinta, vibrante, cuya realidad es muy
lejana a la de mera superficialidad y frivolidad aunque esas características
estén en el centro de su especialización en industrias creativas. Para Hernán,
hay en eso algo del futuro: "el mundo se parecerá cada vez más a Miami y
Miami será cada vez más una versión en miniatura de lo mejor del mundo: será
una sociedad multiétnica, multilingüe y tolerante, cada vez más dedicada a las
industrias creativas regionales o globales —Internet, arte, diseño, televisión—
y con una nueva atmósfera cultural más serena, menos obsesionada con el lujo,
más satisfecha con sus habitantes y consigo misma, sin la necesidad de estar
todo el tiempo corriendo a toda velocidad."
Lejos de los prejuicios sobre
ella, y una ciudad desprejuiciada ella misma.
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