lunes, 27 de agosto de 2018

Democracia de hombres blancos



Leí What Hath God Wrought: The transformation of America, de Daniel Walker Howe. Es el volumen de la Oxford History of the U.S.A. correspondiente al período 1815-1848; como el período anterior, es un sánguche de muchas cosas con tapas de dos guerras: en el período anterior las tapas son las guerras de independencia y la guerra de 1812 (ambas contra Gran Bretaña), y en el actual la de 1812 y la guerra con México que termina en 1848. Con esta lectura concluyo así el período 1763-1896, o sea, básicamente el primer siglo de vida de este curioso experimento. (Los anteriores fueron The Glorious Cause, 1763-1789, Empire of Liberty, 1789-1815, Battle Cry of Freedom, 1848-1865 y The Republic for which it stands, 1865-1896.)
¿Qué pasó entre 1815 y 1848 en la historia de EE.UU.? Lo primero que salta a la vista mirando un mapa es la impresionante extensión territorial hacia el sudoeste (en detrimento de los nativos), anexando Florida (en detrimento de los españoles), Texas, Nuevo México y California (en detrimento de México) y lo que son hoy los estados de Washington y Oregon en el noroeste (en acuerdo con Gran Bretaña). Acá te lo cuentan con mapas. Desde ya, no fue casualidad ni (únicamente) el resultado de inocentes migrantes en busca de tierra: “como todos los imperios, el americano requirió para llegar a existir de deliberación consciente y de acción gubernamental enérgica para lidiar contra reivindicaciones de propiedad rivales. La política de poder, la diplomacia y la guerra fueron tan parte del ‘destino manifiesto’ de los EE.UU. como las carretas cubiertas.” (p. 707)
El segundo tema importante del período está muy relacionado con la extensión territorial: este es el período en el que se cimentó el racismo en EE.UU. Hasta esta época, la esclavitud era considerada una “institución peculiar” destinada a desaparecer más o menos naturalmente. Con la llegada del algodón como parte de la gran revolución industrial que comenzaría a tomar fuerza surgió la necesidad de ampliar la esclavitud en el sur y hacia el oeste; y, por lo tanto, apareció una defensa ideológica de la institución basada en el racismo. Esto se relaciona con la extensión territorial al menos de tres maneras. Por un lado, el racismo justifica el exilio forzado / genocidio de los nativos que ocupaban tierras que podían ser ocupadas por el algodón. En segundo lugar, una ideología racista (y un partido político nacido en esta época) justifica la idea de la extensión territorial y el “destino manifiesto”: “La supremacía blanca se mantuvo como central a la Democracia Jacksoniana durante todo el segundo sistema de partidos (...) Prácticamente todos los aspectos de la visión política Demócrata apoyaban la supremacía blanca y la esclavitud de una u otra manera” (p. 510). Finalmente, la extensión territorial hacia el Oeste suma tensión a la división entre Norte y Sur, entre la sección esclavista y la no esclavista: ¿se permitirá o no la esclavitud en los nuevos territorios ocupados? En esta cuestión está uno de los gérmenes de la Guerra Civil.
En tercer lugar, “la religión cristiana continuó siendo un elemento de magnitud imponderable en la vida y pensamiento americanos, simultáneamente progresista y conservador.” (p. 836) Lo que se se llama el “segundo gran despertar” religioso produjo, además de un gran resurgimiento religioso, “un libre mercado en materia religiosa” (p. 172). La religión está presente en todo: en la idea de la supremacía blanca pero también en el abolicionismo y en otras campañas morales (contra el alcohol, por los derechos de la mujer, etc.); en la idea de progreso económico y social y en un concepto central al período que es el de mejora. Contra la visión demócrata de la extensión territorial se oponía una visión Whig de mejora cualitativa de los territorios bajo control a través de obras de infraestructura patrocinadas por el Estado federal. Los demócratas no sólo se oponían porque preferían extender el territorio sino porque querían mantener débil al Estado federal frente a los estados, en gran medida en defensa de la esclavitud, y por eso el Sistema Americano que proponía Henry Clay (un gran proyecto de infraestructura e institucional) sólo fue implementado en pequeñas partes. Y el concepto de mejora, que también llegaba a lo personal, tenía una connotación religiosa y moral. “Ya fuera individual o colectiva, la palabra ‘mejora’ tenía un sigificado moral además de físico; constituía una obligación, un imperativo. Muchos americanos, rurales y urbanos, pobres o de clase media, abrazaron la ética de la mejora material e intelectual.” (p. 244)
Finalmente, todo esto se da en el marco de una economía en expansión sobre todo porque agregaba factores de producción (tierra y trabajo). Pero también porque comenzaba a tomar impulso la revolución industrial; y porque durante el período comienza la doble revolución del transporte y las comunicaciones: “mejor transporte y comunicaciones facilitaban no sólo el movimiento de bienes e ideas sino también la libertad personal individual.” (p. 242) Para nosotros, que vivimos en un mundo sin distancia, es muy difícil entender en su debida magnitud el tremendo efecto del ferrocarril y del telégrafo en la guerra contra la "tiranía de la distancia". Es un período de crecimiento económico pero sin una mejora tan clara de la calidad de vida (bajan tanto la expectativa de vida como la altura promedio de la gente) y con crisis fuertes en 1819 y con una depresión entre 1837 y 1843. Pero la triple revolución (industrial, de transportes y de comunicaciones) iba a llevar a cierta centralización, a la creación de un mercado nacional y, en última instancia, a una definición sobre el gran tema pendiente, el de la eslavitud, que se daría en el período siguiente con mucho sufrimiento:
“La identidad nacional americana había resistido crisis, su economía se había recuperado de diversos pánicos y su sistema político había manejado exitosamente repetidas transferencias de poder en paz. El surgimiento de partidos políticos de masas y la votación popular de electores presidenciales probó ser compatible con la estabilidad e hizo a la república de varones blancos incrementalmente más democrática. Pero la supremacía de los varones blancos aún prevalecía en todos lados.” (p. 836) Como muestra la historia americana desde entonces, la resolución de la cuestión de la esclavitud en el período subsiguiente no acabaría, ni mucho menos, con el procesamiento del racismo que se consolidó en este período para justificarla.

Originales de las citas usadas
“like all empires, the American one required conscious deliberation and energetic government action to bring it into being, to deal with previous occupants and competing claims to ownership. Power  politics, diplomacy, and war proved as much a part of America’s “manifest destiny” as covered wagons”. (p. 707)
“White supremacy remained central to Jacksonian Democracy throughout the second party system (…) Virtually every aspect of the Democratic political outlook supported white supremacy and slavery in particular one way or another”. (p. 510)
“the Christian religion remained an enduring element of imponderable magnitude in American life and thought, simultaneously progressive and conservative”. (p. 836)
“America enjoyed a free marketplace in religion”. (p. 172)
“Whether individual or collective, the word “improvement” had a moral as well as a physical meaning; it constituted an obligation, an imperative. Many an American, rural as well as urban, poor as well as middle-class, embraced the ethos of material and intellectual improvement.” (p. 244)
“improved transportation and communications facilitated not only the movement of goods and ideas but personal, individual freedom as well.” (p. 242)
“America’s national identity had weathered crises, its economy had recovered from panics, and its political system had successfully managed repeated peaceful transfers of power. The rise of mass political parties and popular voting for presidential electors had proved compatible with stability and made the white male republic incrementally more democratic. But white male supremacy still prevailed everywhere.” (p. 836)

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