Leí Echo Burning, el octavo libro en la lista de la saga de Jack Reacher, por Lee Child.
Lo mejor del libro es el agradecimiento del inicio,
donde Child dice: “La gente piensa que escribir es un oficio individual,
solitario. Están equivocados. Es un juego de equipo y yo tengo mucha suerte de
tener a personas encantadoras y talentosas de mi lado cada vez que soy
publicado.” Más allá de la prosa (les aseguro que no es mucho mejor en inglés),
para mí esto prueba mi hipótesis de que hace un par de libros atrás este tipo
tiene ayuda y que esto es una empresa.
Habiendo dicho esto, en Echo Burning me di cuenta de quién era el malo bastante antes que
de costumbre, pero donde me engañó Child es en el costado amoroso: dos veces.
Como siempre, hay algo casi cómico en cómo le llegan
los problemas al bueno de Reacher, que sigue siendo un poco como las excusas
argumentales de la pornografía. En este caso, se estaba escapando de un
problema menor, se pone a hacer dedo en la ruta y de la nada termina envuelto
en un caso fuerte. No solo eso: un caso que de casualidad lo lleva a un segundo
pero que al final, vaya coincidencia, se resuelven al mismo tiempo, porque el
malo de uno es el malo del otro, que había ocurrido 20 años antes. Menos
verosímil que un campeonato de Independiente en 2022. También, como de costumbre,
el misterio dura unos pocos días, como para que Reacher pueda seguir vagando
por el mundo.
Lo que sí tiene este libro es un poco de ternura,
con una chiquita de 5 o 6 años a quien queremos. Está bien, debería ser fácil
para casi cualquiera escribir una chiquita de 6 años en peligro y hacerla
querible, pero la hizo y hasta estuve cerca de emocionarme en un momento que la
niña tiene miedo.
Echo
Burning ocurre en el desierto, y como en el desierto es
posible, un día cada tanto, tras una de esas lluvias torrenciales como se ve al
final del libro, la ocurrencia mágica de una flor, en este libro aparecen
momentos casi poéticos: “ojos negros incongruentes” (p. 82) y una mujer que se
ve pequeña y fuera de lugar “como una orquídea en una pila de basura” (p. 91).
Pero lo que me molestó en Echo Burning es el momento Hercule Poirot. El mundo del policial
tiene básicamente dos formatos. El policial inglés es un juego intelectual,
donde hay que descubrir las pistas que le permitan al detective descubrir intelectualmente
cómo ocurrió la cosa, que solo pudo ocurrir de determinada manera dados los
hechos conocidos. En este formato, en el que quizás los nombres más conocidos
son los de la autora Agatha Christie y su detective Hercule Poirot, un gordo
belga que no podría atrapar en la vida ni a una mosca, la cosa termina con la
situación Poirot: el tipo junta a todos los involucrados en un salón,
preferentemente con vista a las begonias y las petunias y con té y sándwiches
de pepinos para los personajes, y explica todo. En el otro formato básico, el
del policial negro, hay un detective que vive en la vida real, a quien le pegan
y le disparan, y que usa un poco el intelecto y mucho más el cuerpo hasta que
resuelve la situación. Bueno, acá Reacher, que en teoría es del mundo del
policial negro, aunque siempre piensa mucho y generalmente un poco de más, en
el sentido de inverosimilitud, termina sentándose en un living con todos los
involucrados hasta que el malo se hace cargo de su maldad y la cosa se
resuelve. Eso para mí debería estar penado por ley.
Bueno, los dejo que estoy en la mitad del próximo
porque sigue siendo droga.
Originales de las citas
“People think that
writing is a lonely, solitary trade. They’re wrong. It’s a team game, and I’m
lucky enough to have charming and talented people on my side everywhere I’m
published. Accordingly, if you ever worked on or sold one of my books, this one
is dedicated to you” (l. 32).
“Thick
corn-colored hair tied back in a ponytail, incongruous dark eyes wide open and
staring at him” (P. 82).
“She looked small
and out of place in the yard, like an orchid in a trash pile” (p. 91).
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