Es así la cosa, parece. Caminás por Buenos Aires, por Congreso, por Rivadavia, y te encontrás con un metalero ochentoso. Una campera de jean de metal; una campera de jean pero chaleco, y con escudos de bandas que no conocés, pero que sabés que son metaleras; lo sabés porque usan tipografías góticas. Y mientras caminás, hablando por el Whatsapp con un amigo tratando de arreglar un golf, te acercás a ver más de cerca eso que es de otro tiempo. Es de la época en la que no jugabas al golf, y tenías amigos con camperas así; Andy, Muquito, Willy. No sé si juegan al golf ellos, pero las últimas veces que los viste parecían ciudadanos. Vos no usabas esas. Vos usabas jeans negros y remeras negras y buzos negros. Nada de letras góticas. Te acercás al chabón, mientras pensás también en la reunión que vas a tener sobre temas parlamentarios, y ves que la espalda del flaco, no sé si flaco es una buena expresión, digo, que la espalda del flaco parece una caja fuerte, y te preguntás si da acercarte a sacarle una foto, si habría que preguntarle, y te da miedo que la respuesta sea un cross de izquierda a tu nariz torcida por un cross de derecha (ojo, quizás la enderazaba, pienso ahora). Y te acercás, y robás la foto, como se la robaste a José Patineta y ahí la tenés, a la campera ochentosa, al jean de metal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario