En Fauna, una de las dos novelas del libro doble Fauna /
Desplazamientos de Mario Levrero (Mondadori), el héroe recibe la inesperada visita de una hermosa
mujer que lo enamora mientras le pide ayuda entre psicológica y parapsicológica
para su hermana. Al poco tiempo, el héroe se encuentra a sí mismo en medio de
una aventura que choca y se solapa con la cotidianidad de su vida de clase
media montevideana: "ciertas circunstancias pueden justificar
el ejercicio de una profesión sin título, sin nombre y aun sin tener los
conocimientos suficientes; pero que al mismo tiempo debiera preocuparme por
ganarme la vida con un quiosco, hacer las compras de mi casa, cocinar, escribir
artículos periodísticos y enfrentar a una demoníaca banda de delincuentes
invisibles y tortuosos, encabezada por una rubia que me había hechizado
mediante artes diabólicas, ya era a todas luces demasiado." (p. 92)
De alguna manera, la aventura acentúa la soledad de nuestro héroe
inesperado y ese es el tema clave de la novela, la soledad. "Fue
recién hacia el fin del domingo, a eso de las once de la noche, cuando sonó mi
teléfono por primera vez en todo el fin de semana, quebrándose por primera vez
en muchas horas el monótono
diálogo conmigo mismo." (p. 50) El protagonista busca atacar
esta soledad con algún encuentro sexual, y la descripción de sus relaciones con
compañeras habituales pero con vínculos que no van mucho más allá de lo sexual
es genial. También intenta atenuar las consecuencias de la soledad con visitas
a locales de flippers que son descriptos en gran
profundidad. En la primera visita concluye que todos esos "artilugios
mecánicos de color y sonido" no son más que una "pobre sustitución
(...) para esa forma vacía que ya caminaba constantemente a mi lado, para esa
ansiedad mía por llenar esa forma abstracta con el contenido de la mujer que me
había enamorado." (p. 70) En una segunda visita descubre el
secreto para una máquina que, así, pierde todo encanto y hace perder el encanto a las demás: "Sabía,
de una manera obscura pero terminante, que no volvería a jugar en esas máquinas
nunca más." (p. 101) Como en Tommy, de The Who (ver video), disco que precede al
libro en 10 años, el pinball es un mal sustituto para los vínculos
humanos.
A su manera, sin embargo, el héroe avanza, ayudando a su
"paciente" a volver a florecer, a dejar de ser como la flor marchita
que se posa sobre el piano de cola de su casa. (p. 125) Al hacerlo gana cada vez más
conciencia de su propia soledad, de que él también es como esa flor abandonada,
que su fauna interna pide salir de la jaula: "Yo
también necesitaba, sin duda, la ayuda de un psicólogo." (p. 132) "Sonreí, entre un montón de lágrimas
que me rodaban sin vergüenza por la nariz y las mejillas, aceptando con dolor y
con rabia mi soledad final, mi realidad." (p. 133)
No hay comentarios:
Publicar un comentario