Siempre quise tener uno de
estos. Cada vez que veo uno que está especialmente lindo, como éste, todo
blanquito, me emociono un toque y me olvido que no tienen aire y dirección y
todas esas cosas y de pronto estoy andando por la Costanera, con la ventana
baja, el brazo izquierdo apoyado en su marco y el viento corriendo de lado a lado. Suena Layla, se huelen los jacarandás en flor, el sol está saliendo desde el río y
yo lo dejo a mi izquierda mientras voy, tranquilo, sin apuros, a Mar del Plata.
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