jueves, 3 de mayo de 2012

Libertad de prensa y deliberación


La conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa es una buena oportunidad para reflexionar sobre el estado de la libertad de prensa en Argentina. ¿Existe hoy libertad de prensa en Argentina? ¿Extraemos de ella todos los beneficios posibles?

Alexis de Tocqueville admitía en “La Democracia en América”: “Confieso que no profeso a la libertad de prensa ese amor completo e instantáneo que se otorga a las cosas soberanamente buenas por su naturaleza. La quiero por consideración a los males que impide, más que a los bienes que realiza”. Pero pocas páginas más adelante sostenía: “Mientras más observo la libertad de prensa en sus principales efectos, más llego a convencerme de que, en la época actual, la independencia de la prensa es el elemento capital, y por decirlo así constitutivo de la libertad”.

Efectivamente, es imposible pensar una república democrática que funcione bien sin libertad de prensa, al menos por tres razones. En primer lugar, porque sólo es posible elegir adecuadamente a los gobernantes si los votantes cuentan con la información necesaria para hacer una decisión formada. En segundo lugar, porque sin libertad de expresión las minorías corren riesgos de ser absorbidos por el pensamiento y el accionar de las mayorías. En tercer lugar, y de manera fundamental, porque la libertad de expresión y de prensa debería permitir la deliberación, el intercambio de ideas necesario para llegar, entre muchos actores distintos, a mejores soluciones para los problemas de la hora.

En este sentido, y volviendo a las preguntas del comienzo, en al menos dos de los tres aspectos es dudoso que estemos extrayendo todos los beneficios de la libertad de prensa. En el primer aspecto no parece haber dudas: hay en Argentina hoy libertad de prensa y la prueba más clara es que en muchos medios masivos se habla abiertamente en contra del poder (económico y político). En cuanto al segundo aspecto la cuestión es menos clara. Las multas aplicadas a los consultores que calculaban la inflación, más allá que finalmente no pasará, seguramente, el filtro de la justicia, es una muestra de que existe al menos un sector del poder político que busca acallar opiniones ajenas. Eso es peligroso, y especialmente para las minorías.

El mayor de los peligros, sin embargo, es que no estemos en condiciones de dialogar, de deliberar en busca de mejores soluciones para los problemas de los argentinos. En un famoso prólogo a “Rebelión en la Granja”, George Orwell decía que “Intercambiar una ortodoxia por otra no es necesariamente un avance. El enemigo es la mente de gramófono, ya sea que uno esté de acuerdo o no con el disco que esté siendo pasado en el momento.” Hoy, Argentina parece muchas veces estar atrapada en una mente de gramófono bipolar, que toca dos discos opuestos al mismo tiempo, sin lograr escuchar ninguno. 

Como ciudadanos, nuestra tarea debería ser intentar escuchar voces distintas para escapar a la “mente de gramófono”: es difícil, pero sólo así podremos asegurar la libertad de prensa y una mejor democracia para dejar a nuestros hijos.

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