Dos primas agarraron la lana de la abuela e hicieron una instalación: el hilo de lana cruzaba la casa de un lado al otro, subía y bajaba unas escaleras, se enganchaba detrás de los sillones, se hacían nudos en sillas de modo que, tras pocos minutos de juego, la casa entera parecía una telaraña, una instalación a tono con la moda de Spiderman.
El padre y tío se cansó de tener que agacharse para pasar debajo de un hilo mientras bajaba otra sección con el pie para no tropezarse y llegar así hasta el libro o la taza de te. Entonces el padre y tío fue ordenando todo; al rato perdió la paciencia y en vez de desentrañar la galleta gigante fue cortando cada vez que se trababa y juntaba un enorme manojo de lana. Tras unos minutos, el padre y tío tenía nuevamente una galleta gigante, pero que ahora entraba en sus dos manos, y no requería ya una casa entera para expresarse.
El gran enjambre de lana quedó ahí, tirado en la mesa ratona, hasta que la madre y tía lo agarró a la hora del café; y empezó a buscar puntitas, y desarmar así las galletas, y armar pequeños ovillos, y ordenarlos por color. A los pocos días, tras paciente labor, teníamos otra instalación, una flor de ovillos grises y blancos y marrones.
Luego tuvimos una foto y, ahora, un texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario