jueves, 6 de diciembre de 2012

Alfombras




En la alfombra roja pasan los actores famosos con sus peinados lustrosos y sus sacos de lino. Van de la mano de rubias plásticas con piernas formidables, con pechos que explotan, con sonrisas que no contagian. En la alfombra roja pasan ellos y ellas, sin mirar, sonriendo a los flashes que dicen odiar, amando ese odio. No pueden ver la alfombra, el rojo, enceguecidos por los flashes, por la fama, por el odio, por el apuro de llegar a ningún lado porque llegaron a donde querían, a esa alfombra que no ven. 

Yo no subo a la alfombra roja, no. No quiero, no quise y no podría, creo. Yo camino por las baldosas de mi barrio, y mi hija grita que las grises son lava, saltá, papá, saltá que te quemás, y yo salto y sonrío. A veces tenemos también alfombras en mi barrio. No son rojas. Son verdes o amarillas o lilas. Y cambian. Porque nuestra vida cambia. Y vemos esos cambios, porque no hay flashes que nos enceguezcan, porque tenemos los ojos despiertos, porque estamos abiertos, a sentir, a vivir y respirar y oler y tocar y mirar, mientras estemos en este lugar.



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