Días después de
leer Grand Expectations, una historia de EE.UU. entre 1945 y 1974 por James
Patterson, mi tía María me dijo que tenía que leer Revolutionary Road para ver
con cuál de dos Richards quedarme entre Ford y Yates. A Ford lo amamos, sobre
todo, por la tetralogía de Frank Bascombe (The Sportswriter, Independence Day, The Lay of the Land y Let me be Frank with You). A Yates lo había leído sin tanto
amor en Eleven Kinds of Loneliness, pero entre la recomendación y la lectura
reciente sobre la historia del período que retrata Revolutionary Road, decidí
encararlo. Hice muy bien: la novela es excelente (y mucho mejor que la
película, que había visto hacía poco tiempo aunque sólo me dí cuenta entrado
unas páginas. La película es protagonizada por Di Caprio y Winslet, pero arrasa
Kathy Bates como Mrs. Givings.)
En Revolutionary
Road, Yates describe muchas de las cosas que Patterson muestra como centrales
al período 1945-1974: el proceso de suburbanización; el despertar sexual de una
nación que hacia afuera mantiene apariencias de un gran conservadurismo; la era
como una era de ansiedades y el auge del psicoanálisis y de los problemas de
salud mental. (El gran ausente es quizás el tema más importante del período: el
racial, prácticamente sin lugar en la novela.)
Yates retrata esto
a partir de la historia de una pareja de jóvenes (llegando a los treinta años)
con dos hijos, April y Frank Wheeler. Hace unos años, los Wheeler se mudaron a
los suburbios, comprando una casa en Revolutionary Road. (Se la compraron a
Mrs. Givings, quien, junto a un marido que baja el volumen de su audífono
cuando se cansa de ella y de su hijo, dan una mirada de los Wheeler desde
afuera.) La ansiedad suburbana se describe desde la primera escena, con una
obra de teatro amateur fallida que protagoniza April, y en muchas instancias.
En una escena, después de leerle los chistes del diario a los hijos, Frank
“luchó por ponerse de pie, respiró hondo silenciosamente, y se quedó ahí parado
en el medio de la alfombra por varios minutos, cerrando con fuerza sus puños
dentro de sus bolsillos para contenerse de hacer lo que de pronto pareció la
única cosa en el mundo que real y verdaderamente quería hacer: levantar una
silla y tirarla por la ventana al jardín.” (p. 59)
Para escapar a lo
que Frank llama “el vacío sin esperanza de todo en este país” (p. 200), April
embarca a Frank en el plan de mudar a toda la familia a París. Todos ven esta
movida como una locura, incluyendo a los Givings y a sus amigos del barrio,
Shep y Milly Campbell. El único que apoya y celebra el plan es el hijo de los
Givings, que está internado en un manicomio: “hace falta un cierto nivel de
huevos para ver el vacío, pero hace falta un buen pedazo más para ver la falta
de esperanza” (p. 200), le dice a Frank. Y cuando Frank le dice a April que el
plan suena poco realista ella le contesta: “A mí me parece que esto es poco
realista. Me parece poco realista que un hombre con una buena cabeza siga año
tras año trabajando como un perro en un trabajo que no soporta, volviendo a una
casa que no soporta en un lugar que tampoco soporta”. (p. 115)
Más allá de la
trama, lo que está muy bien es la construcción de los personajes, y eso es lo
que me parece que cuesta más transmitir al cine. En la novela se profundiza más
sobre las historias de cada uno de los personajes principales y aparecen sobre
todo en la interacción entre ellos: en lo que cada uno opina sobre los demás se
ve más sobre el que opina que sobre el observado. Y el influjo del psicoanálisis se ve va más
allá de las menciones a la posibilidad de que alguno u otro de los personajes
comience terapia. Frank y April, en el fondo, están luchando por evitar la
repetición de las vidas de sus padres (o por que sus hijos repitan las de
ellos.) En esa línea, el capítulo cinco de la primera parte es genial: comienza
con un día de la infancia de Frank en que el padre lo lleva al trabajo y
termina con su relación con el padre, con el trabajo y con su idea de qué es
ser un hombre. Pero sobre todo lo que me parece notable, y digno de emular en el que quiera escribir, es que Yates escribe a fondo cada escena; se toma su
tiempo para contarte el detalle de cada escena y de cada personaje, cómo habla, cómo come, qué hace con sus manos mientras habla; y en esa descripción minuciosa
de la vida de sus personajes, Yates nos pinta una época.
* Nota al pie sobre el título (del libro y del post). La definición antigua de la idea de revolución pasa por un quiebre histórico sobre lo anterior. La definición antigua, en cambio, es más bien de un cambio recurrente pero que termina en el mismo lugar: como la revolución de un motor, que es de 360 grados. ¿Cambia verdaderamente algo en la novela? ¿El psicoanálisis es o puede ser revolucionario en sentido moderno?
* Nota al pie sobre el título (del libro y del post). La definición antigua de la idea de revolución pasa por un quiebre histórico sobre lo anterior. La definición antigua, en cambio, es más bien de un cambio recurrente pero que termina en el mismo lugar: como la revolución de un motor, que es de 360 grados. ¿Cambia verdaderamente algo en la novela? ¿El psicoanálisis es o puede ser revolucionario en sentido moderno?
Originales de las citas usadas
“When the funnies were finished at last he struggled to his feet, quietly gasping, and stood for several minutes in the middle of the carpet, making tight fists in his pockets to restrain himself from doing what suddenly seemed the only thing in the world he really and truly wanted to do: picking up a chair and throwing it through the picture window.” (p. 59)
"it does take a certain amount of guts to see the emptiness, but it takes a whole hell of a lot more to see the hopelessness." (p. 200)
"I happen to think this is unrealistic. I think it’s unrealistic for a man with a fine mind to go on working like a dog year after year at a job he can’t stand, coming home to a house he can’t stand in a place he can’t stand either, to a wife who’s equally unable to stand the same things, living among a bunch of frightened little—my God, Frank, I don’t have to tell you what’s wrong with this environment—I’m practically quoting you." (p. 115)
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