lunes, 17 de diciembre de 2012

No me gustó


Estaba buscando un libro y mi amigo de esta librería me preguntó: "¿te gusta Aira?" "No sé", le respondí. "Bueno, llevate este", me dijo dándome El divorcio, "si te gusta, te gusta Aira; si no te gusta, no te gusta Aira."

Resulta que no me gusta mucho Aira. Un señor divorciado se va de Providence (Rhode Island) a Buenos Aires de vacaciones, a alejarse de la situación familiar. Tomando un café en un bar, en la vereda, con una señorita, sucede un episodio casi cómico: el gallego dueño del bar estaba abriendo el toldo y cayó el agua acumulada por la lluvia encima de un tipo que pasaba por ahí, con la coincidencia de que lo conocían el señor y la señorita con quien estaba, y que una o dos mesas más allá estaba la madre de quien sufriera la caída del agua. Desde esa escena se despliega el libro, con las historias de los distintos personajes, pero sin historia propiamente dicha. Hacia el final, y casi como conclusión, nos dice el autor: "No hubo un final feliz, pero las historias rara vez lo tienen. De hecho, es raro que lleguen a tener un final, porque el que las cuenta se cansa en el camino, se aburre, o teme que se burlen de él." (p. 122)
No hay ni mucho final ni mucha historia, pero sí historias, muchas veces llenas de magia, lo cual yo tengo problemas para tolerar. Entre otras cosas aparece un escultor en Quilmes, loco y borracho, que ya no esculpe sino que sólo mueve piedras de un lugar a otro de un galpón sucio; y un dios indio en Banfield, que debe ser paseado por distintas familias los domingos por la tarde.
Otra cosa que no me convenció fue la aparición de ciertas frases que quieren decir mucho. Un incendio, por ejemplo, pasaba a tener rasgos mágicos: "Nada inflamable escapaba al contacto de los cables negros desprendidos de sus caños por la violencia del cortocircuito y animados por la violencia con que el Hada Electricidad mutaba en la bruja Combustión Espontánea." (p. 18) O una reflexión sobre el tiempo: "El tiempo era apenas la máscara que se ponía la eternidad para seducir a la juventud." (p. 109) Todo muy cargado, muy denso. Al mismo tiempo, algunas frases generales de ese tipo sí me gustaron, como la indignación de uno que "Siempre parecía indignado, pero con esa indignación resignada del oprimido, de la víctima ancestral de la historia." (p. 50) O el misterio de una chica que "Era misteriosa, pero sin proponérselo. Paradójicamente, daba una sensación de transparencia (todo misterio da esa sensación)." (p. 116)
Así que no me gustó Aira, lo que no quiere decir nada sobre él como escritor ni sobre mí como lector. A veces así son las cosas.

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