lunes, 16 de diciembre de 2024

Una historia bien contada


 

Volví a ir a la misma librería en la Banda Oriental donde compré cosas hermosas y después cosas rotas y había una mesa de libros usados y ahí estaba Wildlife, una novela de Richard Ford que no conocía.

A Richard Ford lo amamos con devoción por Canada, por la tetralogía de Frank Bascombe (The Sportswriter, Independence Day, The Lay of the Land y Sorry For your Trouble); y, como si fuera poco, porque me contó @florgue que, en persona, en una firma de ejemplares, resultó un tipo afectivo y cercano, como sus personajes.

Apenas vi el ejemplar en la mesa supe que lo compraría, pero igual, como con cualquier otro libro, lo abrí y leí la primera línea. (Hace poco hice eso con una novela reciente que despertó polémica, Cometierra, que estaba en mi mesa de luz porque lo había leído mi señora esposa, a quien le gustó, y me bastó el primer párrafo para saber que a mí no me gustaría). En cambio, la primera oración de Wildlife decía: “En el otoño de 1960, cuando tenía dieciséis y mi padre por un tiempo no estaba trabajando, mi madre conoció a un hombre llamado Warren Miller y se enamoró de él.” (p. 1). ¿Puede alguien leer esa primera línea y no querer seguir? Yo no.

La historia es más o menos la que supone esa primera oración. Joe tenía 16, sus padres se acercaban a los 40; el padre se quedó sin trabajo, la madre se enamoró de un tipo y Joe fue testigo de la infidelidad de ella y del dolor de él. El estilo también está prefigurado en esa oración. Esa historia, que ocurre en unos pocos días, aunque es narrada por Joe unos cuantos años más tarde, es contada con esa precisión y sencillez. (Cuando uno lee a alguien que escribe tan fácil y claro como Ford parece imposible que alguien pueda costarle escribir. ¡Mirá lo fácil que es! Una palabra tras otra, una oración tras otra, pocas comas, sujeto-predicado, y de pronto la historia se contó sola).

El tema parece ser la familia. Y ya sabemos que toda familia infeliz lo es a su manera, y que no hay tal cosa como una familia feliz. En este caso, es un hijo único de padres no demasiado estables, que trata de comprender quiénes son esos padres, de entender qué es lo que está pasando. El padre intenta un poco calmar al hijo sobre la incertidumbre de la vida; poco después de perder su trabajo y antes de enterarse de que su mujer estaba enamorada de otro, le dice a Joe: “¿Sabés qué pasa (…) cuando precisamente lo que menos querías que pasara te pasa? (…) No pasa absolutamente nada” (p. 16). Con el tiempo, sin embargo, Jerry se deshilacha. En una escena de mucha tensión, con los tres en el living, los padres hablan y Joe escucha: “’No sé qué hace que la vida se quede pegada”, dijo él. No parecía tan enojado ahora, sólo muy triste. Me dio pena. ‘Ya sé’, dijo mi madre. ‘Yo tampoco. Lo siento’.” (p. 141).

Tan deshilachado termina el padre que, sin espoilear porque todos ustedes deberían leer Wildlife, en una de las últimas escenas un tipo le dice al hijo: “’No elegís a tu viejo’ me dijo. Él estaba sonriendo, su mano seguía sobre mi hombro, como si los dos supiéramos un chiste. ‘El mío era un hijo de puta. Un terrible hijo de puta’.” (p. 170).

La madre, mientras tanto, le habla con excesiva candidez sobre temas de la pareja y no parece hacer el menor esfuerzo por proteger al hijo de la incertidumbre de la vida. De hecho, tampoco hace demasiado esfuerzo por que su hijo no vea su relación con Warren Miller, y cuando descubre que él la descubre, le pega dos cachetazos, de los fuertes, y termina diciéndole: “’Probablemente te quieras ir, ¿no? Ahora, por lo menos’, dijo. ‘Adelante, así es como todo siempre pasa. La gente hace cosas. No hay plan. ¿Qué sigue? ¿Quién sabe?’.” (p. 115).

Al final del día, la novela trata menos sobre la familia como sobre la incertidumbre de la vida y la opacidad de cualquier otra persona y quizás hasta de uno mismo. Esos días cambiaron a Joe y lo pusieron en otro lugar, pero con el tiempo no termina de entender qué fue lo que le pasó. “En los días siguientes, cuando mi madre se mudaba a los Helen Apartments y luego a las corridas fuera de ahí y fuera de la ciudad, me preguntaba si en algún momento yo volvería a ver al mundo como yo lo veía antes de eso, cuando ni siquiera sabía que lo veía. O si uno se acostumbraba a dejar cosas, y porque como eras chico las dejabas más rápido, o si de hecho nada de lo que estaba pensando era importante en lo más mínimo, y las cosas se mantenían más o menos igual a pesar de todos los cambios, así que cuando enfrentabas lo peor y lo pasabas lo que encontrabas ahí era nada” (p. 174). Y cerrando, después de escribir las 180 páginas, Joe sigue sin entender demasiado. Sabe lo que pasó, y “Sin embargo Dios sabe que aún hay mucho que yo mismo, su único hijo, no puedo realmente afirmar que entiendo.” (p. 177)

 

Otras citas que me gustaron

“And I thought to myself that my father was not a stupid man, and that love was permanent, even though sometimes it seemed to recede and leave no trace at all.” / “Y pensé para mí que mi padre no era un hombre tonto, y que el amor era permanente, aun cuando a veces parecía retroceder y no dejar trazo alguno” (p. 26).

“And I understood, just as I sat there in the car with my mother, what I thought dangerous was: it was a thing that did not seem able to hurt you, but quickly and deceivingly would.” / “Y entendí, justo ahí sentado en el auto con mi madre, qué pensaba que era lo peligroso: era una cosa que no parecía poder dañarte, pero que rápida y engañosamente lo haría” (p. 50).

 

Originales de las citas usadas

“In the fall of 1960, when I was sixteen and my father was for a time not working, my mother met a man named Warren Miller and fell in love with him. This was in Great Falls, Montana”. (p. 1)

“‘Do you know what happens’, he said, ‘when the very thing you wanted least to happen happens to you? (...) Nothing at all does”. (p. 16)

“’I don’t know what makes life hold together at all’, he said. He did not seem as mad now, only very unhappy. I felt sorry for him. ‘I know’, my mother said. ‘I don’t either. I’m sorry’.” (p. 141)

“’You can’t choose who your old man is’, he said to me. He was smiling, his hand still on my shoulder, as if we knew a joke together. ‘Mine was a son of a bitch. A soapstone son of a bitch’.” (p. 170)

“’You probably want to leave, don’t you? Now, anyway’, she said. ‘Go ahead, that’s the way everything always happens. People do things. There isn’t any plan. What’s next? Who knows?” (p. 115)

“I wondered in the days that followed, when my mother was moving to the Helen Apartments and then out of there in a hurry, and out of town, if I would ever see the world as I had seen it before then, when I did not even know I saw it. Or if you just got used to parting with things, and because you were young you parted with them faster, or if in fact none of that thinking was important at all, and things stayed mostly the same in spite of small changes, so that when you faced the worst and went past it what you found there was nothing.” (p. 174).

“Though God knows there is still much to it that I myself, their only son, cannot fully claim to understand.” (p. 177).

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