A una cuadra de mi casa
en una esquina
hay una casa vieja
cuadrada, con molduras
y escalones de mármol
en la entrada.
Me hace acordar, la casa
a la del Padrino
cuando Michael va a Sicilia
después de matar a los malos
ahí donde muere Apollonia
por una bomba bastarda.
Estuvo en venta, la casa
y yo tuve fantasías
de comprarla.
Me imaginé tomando tragos
en una galería
que no sé si tiene
en una casa de principios
del siglo diecinueve.
Me imaginé solo ahí
en esa casa enorme
haciendo fiestas
con los pibes de traje
y las minas de largo
fiestas sin cerveza
fiestas con licores
Camparis y whiskies
ahí en la casa vieja
de la esquina.
O leyendo un libro
en una punta del living
con techos altos
y la luz natural entrando
desde el jardín.
En silencio
en la casa.
Pero no
no la compré
la compró alguien más
a la casa de la esquina
y desde hace semanas
veo allí en la entrada
al final de las escaleras
a quien realmente merece
vivir en esa casa.
Es el rey de la selva
convertido en un perro
un pastor alemán viejo
pero todavía fuerte y hermoso
su cabeza es enorme
su pelo ya no más lustroso
pero forman cabeza y pelo
la melena del rey león.
Ahí, en la entrada a la casa
hace su guardia el centinela
sin inmutarse.
Los demás perros de la cuadra
parecen todos nada
al lado suyo
ladran desaforados
ante cualquiera que pase
por el costado
aunque sea mi hijita de cuatro
que siempre se asusta
al pasar por la casa
de ese perro africano.
El alemán no:
esta ahí echado
en la entrada de la casa
la casa de la esquina
con una mano cruzada
sobre la otra mano
y esa cabeza majestuosa
sobre sus dos manos
así apoyada su quijada.
Cada vez que paso lo miro
y él me mira
sigue así mi camino
con sus ojos cansados
y le digo que lindo sos
que lindo sos perro
que pedazo de perro sos
y él me mira, callado
y yo sé que con él
con él no se jode
porque él es
el nuevo perro del barrio
el nuevo rey de la cuadra
el nuevo dueño de casa.
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