Hace más o menos una semana
terminé de leer Bahía Blanca, de
Martín Kohan pero el apunte de lectura tardó en llegar por dos razones. Por un
lado porque es una novela llena de sentido; por el otro porque es complicado
hablar de ella sin contar más de lo que podría gustar a los futuros lectores.
La novela es básicamente
sobre un hombre que intenta revertir algo y, para ello, hace algo irreversible.
Es, así, una reflexión sobre el cambio y lo permanente; sobre lo que puede
cambiarse, revertirse y lo que no. Una gran ayuda para ello es la teoría de la
evolución, que es angustiante por lo que implica: “el principio de la
continuidad llevado a su máxima expresión, la evidencia incontestable de que lo
nuevo es siempre lo mismo que cambia, la sanción irrevocable de que hay causa y
consecuencia.” (p. 124) Porque la ley de la evolución “es una ley del cambio
pero también de la permanencia” (p. 261)
A veces el personaje sueña
con la falta de consecuencia, con escaparse de esas reglas de cambio y
permanencia, del autoritarismo de las causas y las consecuencias. “La propia
idea de juego, aunque seria y hasta grave para un niño o una niña, representa
para un adulto la gozosa levedad del reino de la inconsecuencia: si un auto
choca, sigue andando; si una muñeca bebé cae al suelo, no se desnuca; si un
avión pierde las alas, puede volar. Es todo así: reversible, indoloro, sin
derivaciones.” (p. 173) El personaje ve una pelea de boxeo que muchas veces le
llevó a pensar “que no hay nada que no pueda revertirse, ningún hecho que no
pueda deshacerse, cosa alguna que impida del todo que alguien logre volver
atrás.” (p. 211) ¿No puede pensarse que todo lo que sucede pasa en el doble
sentido de pasar: “pasan porque acontecen, pero también porque van quedando
atrás?” (p. 256)
En una novela excelentemente
construida y con sorpresas, notablemente escrita con gran uso del lenguaje, Kohan nos lleva siempre por la
psiquis de este personaje que lucha contra lo reversible y lo irreversible
como, de alguna manera, luchamos todos.
Otras perlas:
- “el que duerme de punta a punta en los viajes de noche entera no viaja, se teletransporta: de pronto aquí, de pronto allá, y en medio nada, ni siquiera el tiempo.” (p. 12)
- “Las luces rojas y azules de los piringundines de la cuadra evocan esa misma tristeza alarmada que hay en los parques de diversiones, en las kermesses, en los carnavales, los penosos paraísos de la diversión popular.” (p. 68)
- “La política y la economía suministran, por lo común, solamente especulaciones; es en las noticias deportivas y policiales donde abundan los acontecimientos.” (p. 179)
- “Las ciudades, después de todo, existen más que nada para eso: para fabricar azares y ponerlos a funcionar.” (p. 105) “Esas cosas pasan en las calles. En las calles de la ciudad, el lugar del azar, donde ocurren los encuentros casuales.” (p. 212)
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