Leí Bernardino Rivadavia. El primer
presidente argentino, biografía recién publicada por Klaus Gallo, a quien
tuve de profe en la Maestría en Historia de Di Tella. El caso del personaje que le dio el
nombre al sillón de los presidentes es extraño. Se trata de uno de los
personajes más discutidos de la historia argentina porque ha sido y es campo de
batalla en la guerra entre la tradición historiográfica liberal y los
revisionistas. Uno de los grandes méritos de esa biografía es, justamente, que
no tiene un objetivo político sino puramente académico. Así y todo, ese
contraste entre héroe y villano vuelve al comparar su exitosa gestión como
Ministro de Gobierno de Buenos Aires con su fallida experiencia presidencial,
signada por el creciente alejamiento con las provincias y la guerra con Brasil.
Además de la mesura, el libro está muy bien construido, pasando de etapa a
etapa y de tema a tema con fluidez y con una prosa sencilla y directa. (Nada
como la del “patovica de la historia”). En suma, la biografía se lee muy bien y
los interesados en el personaje podrán encontrar acá una excelente aproximación
al primer presidente argentino, quien dijera en su discurso de asunción:
“Cuando los representantes de la Nación, los pueblos que la componen, y cada individuo que la habita, estén persuadidos que no hay persona, ni personas, cuyas voluntades ni intereses sean capaces de preponderar sobre la mayoría de la Nación, y menos monopolizar los derechos de ella, bajo la salvaguardia de las formas y de las voces, entonces estaremos seguros, y verá el mundo que hemos formado una nación". (p. 146)
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